Para que se cumpliese la palabra de Jehová por boca de Jeremías, hasta que la tierra hubiere disfrutado de sus días de reposo; pues mientras estuvo desolada, guardó el día de reposo, para cumplir setenta años.

Hasta que la tierra hubo disfrutado de sus sábados. El regreso de cada séptimo debía celebrarse como un año sabático, una temporada de descanso para todas las clases, incluso para la tierra misma, que debía estar en barbecho. Esta institución divina, sin embargo, se descuidó: qué tan pronto y cuánto tiempo, aparece en la profecía de Moisés ( Levítico 26:34 ), y de Jeremías en este pasaje (ver también la referencia al margen), que decía que para la retribución divina era ahora a permanecer desolado setenta años. Dado que los conquistadores asirios generalmente colonizaban las provincias conquistadas, una desviación tan notable en Palestina de su política habitual debe atribuirse a la providencia dominante de Dios.

Mientras estuvo desolada, guardó el sábado, para cumplir sesenta años. Suponiendo que el pueblo judío no hubiera permitido a su tierra el resto del año sabático, como lo exigía la ley mosaica, durante el largo período de 490 años, sino que la labró y sembró sin interrupción durante todo el tiempo de la monarquía, el juicio de Dios fue muy notable al hacer que su castigo nacional correspondiera a la duración continua de su pecado.

Lejos en el curso de esos 490 años, setenta años deberían haber sido guardados como sábados, y este período de descanso, del cual había sido privado pecaminosamente, debía ser compensado por el tiempo asignado de su cautiverio en Babilonia. Esta correspondencia exacta entre el pecado y el castigo de los judíos parecerá aún más notable por la circunstancia, que, hay razón para creer, es históricamente cierta, de que tanto el reino del norte como el del sur de Israel y Judá fueron derrocados en un año sabático. 

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad