Entonces dijo David a los gabaonitas: ¿Qué haré por vosotros? y ¿con qué haré yo la expiación, para que bendijáis la heredad de Jehová?

Por eso dijo David a los gabaonitas: ¿Qué haré por vosotros? El rey, habiendo sido informado por el oráculo de Dios de que la causa moral del grave juicio que durante tanto tiempo había azotado a la tierra era la iniquidad perpetrada por Saúl sobre los gabaonitas, se comunicó inmediatamente con ese pueblo, ofreciéndole hacer cualquier expiación que estuviera en su poder, a condición de que perdonaran el crimen del rey homicida.

El caso era muy especial; y toda la narración muestra que, aunque reducidos como los zelotes espartanos a un estado de perpetua servidumbre, no eran un pueblo oprimido. Habiendo sido llevados por la interposición directa de Dios al lugar del go'el, o vengador de la sangre, estaban obligados a exigir al asesino o a sus representantes una satisfacción por la muerte de sus hermanos asesinados; y esa satisfacción debía ser, por supuesto, a gran escala, proporcional a los asesinatos al por mayor que se habían cometido.

La compensación pecuniaria, aceptada por algunas de las tribus árabes y otros orientales, estaba prohibida a la nación hebrea por la ley de Dios. El asesino debía expiar su crimen con su sangre: y la alta posición de quien había ordenado la matanza de los gabaonitas, junto con las circunstancias agravadas que marcaron la comisión del ultraje, exigían que se permitiera a la justicia seguir su curso.

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