En Hebrón reinó sobre Judá siete años y seis meses; y en Jerusalén reinó treinta y tres años sobre todo Israel y Judá.

En Hebrón reinó sobre Judá siete años y seis meses (véanse las notas en 2 Samuel 11:10 ). 'Aquellos fueron los mejores días de David; y sabemos, por su propio lenguaje, cuán sagradamente sostuvo entonces la confianza de Abraham y las aspiraciones de Moisés; ni podemos dudar que, mientras Abiatar celebraba los oficios divinos, el altivo caudillo de su pueblo elevaba su confianza en aquel nombramiento y destino para su nación del que creía ver el alba y el cumplimiento por ellos.

Consciente de su incansable energía, tanto del alma como del cuerpo, y conmovido por su visión profética del futuro, movido también por los grandes cambios dinásticos tanto en Egipto, donde en ese momento el cetro pasó de la vigésima primera dinastía a manos de los "pontífices militares", cuyo gobierno se extendía por todo Egipto (véase Wilkinson en "Herodotus" de Rawlinson, vol. 2:, p. 375), y en el lejano Oriente, donde una larga serie de conflictos dio lugar a la extensión del imperio asirio hasta el Mediterráneo, no podemos dudar de que, durante esos siete años, el joven rey contempló los más poderosos propósitos; o que, con el contagio de tal entusiasmo, estaba difundiendo entre su valiente pero ruda soldadesca aspiraciones como las suyas propias; mientras organizaba y los instruía en los preparativos para una guerra de pretensiones y carácter mucho más elevados que cualquiera de las que habían meditado aún sus compatriotas" (Drew's 'Scripture Lands', p. 136).

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