Y el SEÑOR oyó la voz de tus palabras, y se enojó, y juró, diciendo,

El Señor... se enojó. Como consecuencia de esta ofensa agravada, la incredulidad seguida de una rebelión abierta, los israelitas fueron condenados, según el justo juicio de Dios, a una vida de vagabundeo en aquel lúgubre desierto, hasta que toda la generación adulta hubiera desaparecido por la muerte. Las únicas excepciones mencionadas son Caleb y Josué, que iba a ser el sucesor de Moisés.

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