Amarás, pues, a Jehová tu Dios, y guardarás su ordenanza, y sus estatutos, y sus juicios, y sus mandamientos, siempre.

Por tanto, amarás al Señor... y guardarás su ordenanza. La razón de la repetición frecuente de los mismos o similares consejos se debe al carácter infantil y al estado de la congregación, que requería línea por línea y precepto por precepto. Además, los israelitas eran un pueblo testarudo y perverso, impaciente de control, propenso a la rebelión y, por su larga estancia en Egipto, tan violentamente adicto a la idolatría, que corría el riesgo inminente de ser seducido por la religión del país al que iban, que, en sus rasgos característicos, tenía un gran parecido con la del país que habían dejado.

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