Todas las cosas suceden por igual a todos: hay un evento para el justo y para el impío; a los buenos y a los limpios y a los inmundos; al que sacrifica, y al que no sacrifica: cual es el bueno, tal es el pecador; y el que jura, como el que teme al juramento.

Todas las cosas son iguales para todos, no universalmente; pero en cuanto a la muerte. Repite el sentimiento ya implícito.

Un acontecimiento para los justos y para los impíos, no eternamente; pero la muerte es común a todos.

El bien, moralmente.

La limpia, ceremonialmente.

Al que sacrifica, y al que no sacrifica, lo mismo a Josías, que sacrificaba a Dios, y a Acab, que hacía cesar el sacrificio a Él.

El que jura, temerariamente y en falso. El uso frívolo del santo nombre de Dios es una marca característica de los impíos.

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