Los judíos se juntaron en sus ciudades en todas las provincias del rey Asuero, para echar mano a los que buscaban su mal, y nadie podía hacerles frente; porque el temor de ellos cayó sobre todo el pueblo.

Los judíos se juntaron... nadie podía resistirlos. Ahora las tornas se invirtieron a su favor; y aunque sus enemigos hicieron su largamente meditado ataque, no sólo tenían libertad para actuar a la defensiva, sino que gracias a la poderosa influencia que se alistaron de su lado en la corte, junto con la bendición de Dios, obtuvieron la victoria en todas partes.

El temor de ellos cayó sobre todo el pueblo. Esta impresión surgió no solo de la conciencia de que el visir todopoderoso era su compatriota, sino de la mano de Dios que apareció tan visiblemente interpuesta para efectuar su almacenamiento y liberación inesperada.

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