Y vino Moisés, y llamó a los ancianos del pueblo, y puso delante de ellos todas estas palabras que Jehová le había mandado.

Moisés vino y llamó a los ancianos.  El mensaje fue transmitido a la poderosa multitud a través de sus ancianos, quienes sin duda los instruyeron en las condiciones requeridas. Su aceptación unánime fue transmitida por el mismo canal a Moisés, y éste la comunicó al Señor. ¡Ah, cuánta confianza en sí mismos traicionaba su lenguaje, cuán poco sabían del espíritu que tenían! Pero sin hacer referencia a las debilidades morales de la humanidad, que, por desgracia, se mostraron de manera demasiado conspicua en sus tristes fracasos a la hora de cumplir su promesa, la respuesta "haremos todo lo que el Señor ha dicho" fue una declaración de la aceptación nacional de la constitución. He aquí lo que Lowman ('Civ. Gov. of the Heb.', 100: 1) ha llamado acertadamente "el contrato original del gobierno hebreo", que se compone de dos principios fundamentales:

(1) Adhesión a la adoración de un solo Dios, en oposición a las tendencias politeístas de la antigüedad; y,

(2) Como subordinado a este fin, la separación de los israelitas de otras naciones, para prevenir la formación de alianzas inadecuadas y corruptas.

Esta fue una transacción de la mayor importancia y con un profundo significado. Era la inauguración del pacto nacional, para el cual las comunicaciones de las que Moisés era portador entre Yahvé y el pueblo eran los preparativos necesarios. Con el encargo divino de proponer a Yahvé como Soberano y Jefe de la nación israelita, Moisés, al descender del monte, reunió a los representantes públicos del pueblo y, en una convención debidamente constituida, presentó formalmente la propuesta del Señor. Habiendo sido dado el asentimiento de ese consejo en nombre y representación del pueblo, Moisés asciende para informar de la resolución unánime de la reunión, que, en consideración a su carácter representativo, se describe como equivalente a la respuesta popular.

Al recibir esta respuesta oficial, esta declaración pública y formal de la aceptación voluntaria por parte del pueblo de los términos del pacto propuesto, Yahvé concluyó la transacción declarando a Moisés, como embajador del pueblo, que al tercer día siguiente iniciaría el gobierno teocrático mediante una exhibición pública e impresionante de su majestad soberana ante los ojos del pueblo israelita como súbditos suyos (Michaelis, 'Commentary on Laws of Moses', vol 1: parte 34; Warburton's 'Divine Legation', b. 5:, sec. 2; Jahn, 'Hebrew Commonwealth', cap. 2:; Graves 'On the Pentateuch', parte 2:, secs. 1 y 3).

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