Y el hombre que tenía el cordel en la mano fue hacia el este, midió mil codos y me hizo pasar por las aguas, que me llegaron hasta los tobillos. Volvió a medir mil codos y me hizo pasar por las aguas, que me llegaron hasta las rodillas. Volvió a medir otros mil y me hizo pasar, y las aguas me llegaron hasta la cintura. Después midió mil codos más, y ya no podía cruzar el río porque había crecido y se había convertido en un río que no se podía cruzar a pie, sino que había que nadar en él. Al investigar las cosas de Dios, encontramos algunas fáciles de entender, como las aguas hasta los tobillos; otras más difíciles, que requieren una búsqueda más profunda, como las aguas hasta las rodillas o la cintura; y otras más allá de nuestro alcance, de las cuales solo podemos adorar su profundidad (Ezequiel 47:3-5).

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