Y él los alcanzó, y les habló estas mismas palabras.

Los alcanzó y... pronunció... estas... palabras. La información debió de caer sobre ellos como un rayo; y uno de sus sentimientos más predominantes debió de ser la humillante y mortificante sensación de haber sido objeto de sospecha tan a menudo. Protestando por su inocencia, invitaron a un registro. El desafío fue aceptado. Empezando por los más viejos, se examinaron todos los sacos; y al encontrarse la copa en el saco de Benjamín, todos regresaron con una agonía indescriptible a la casa del gobernador, arrojándose a sus pies, con la notable confesión: "¡Dios ha descubierto la iniquidad de tus siervos!"

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