Descenderé contigo a Egipto; y ciertamente te haré volver, y José pondrá su mano sobre tus ojos.

Yo... ciertamente te haré volver. Como Jacob no podía esperar vivir hasta que se cumpliera la primera promesa, debió ver que la segunda sólo se cumpliría para su posteridad. Para él se verificó literalmente en el traslado de sus restos a Canaán; pero, en el sentido amplio y liberal de las palabras, sólo se cumplió al establecerse Israel en la tierra prometida.

José pondrá su mano sobre tus ojos, realizará el último oficio de piedad filial, que generalmente estaba reservado al miembro más viejo o más querido de la familia; y esto implicaba que en lo sucesivo debía disfrutar, sin interrupción, de la compañía de ese hijo predilecto.

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