Y vosotros, sed fecundos y multiplicaos; Prodúzcanse abundantemente en la tierra, y multiplíquense en ella.

Y vosotros, sed fecundos y multiplicaos. Los noájidas fueron la semilla con la que se repobló el mundo. Estaban a punto de emprender una nueva carrera en la historia del progreso humano; y no cabe duda de que, advertidos por los terribles efectos de la sensualidad y la violencia desenfrenadas, los primeros posdiluvianos se distinguirían generalmente como una raza piadosa y virtuosa, y en consecuencia vigorosa y fructífica.

En consecuencia, considerando la larga vida de los antiguos que vivieron dentro de los 300 años después del diluvio, es decir, hasta el tiempo de Abraham, según la cronología hebrea, y en consecuencia su coexistencia con los que descendieron de ellos, puede concluirse que, sin la ayuda de una fecundidad milagrosa, la humanidad, descendiente de Noé y sus tres hijos y sus esposas, podría, en ese período, surgir hasta una estupenda multitud por esa progresión aritmética que se encontraría en sus generaciones.

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