Para hacer llover sobre la tierra, donde no hay hombre; en el desierto, donde no hay hombre;

Dado que la lluvia cae también en lugares deshabitados por el hombre, no puede ser que el hombre guíe su curso. Tal lluvia, aunque el hombre no puede explicar la razón de ella, no se pierde. Dios tiene un diseño sabio en ello. La hermosa flor que florece en regiones jamás exploradas por el hombre, y que es regada por las lluvias del cielo, es vista por Dios y refleja su gloria, que es el fin último de todas sus obras.

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