Aquel día Jehová engrandeció a Josué a los ojos de todo Israel, y le temieron, como temían a Moisés, todos los días de su vida.

Aquel día el Señor engrandeció a Josué. Por el papel principal que desempeñó, quedó claro que era el jefe divinamente designado; pues incluso los sacerdotes no entraron en el río ni abandonaron su puesto sino por orden suya; y desde entonces su autoridad en su nuevo cargo pareció tan legítima y quedó tan firmemente establecida como la de su predecesor. Mediante la realización de un milagro tan parecido al del paso del Mar Rojo, se dio una sorprendente confirmación de la promesa divina: "Como estuve con Moisés, así estaré contigo".


 

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