No obstante, Jehová levantó jueces, que los libraron de mano de los que los despojaban.

Los cuales los libraron de la mano de los que los despojaron. Los jueces que gobernaban Israel eran estrictamente vicerregentes de Dios en el gobierno del pueblo, siendo Él el gobernante supremo. Los que eran así elevados conservaban la dignidad, al principio aparentemente sólo durante la crisis pública, pero después mientras vivían; pero no hubo una sucesión regular e ininterrumpida de jueces hasta los días de Samuel, que había transmitido el cargo judicial como hereditario a sus hijos. Los individuos, movidos por el impulso interior irresistible del Espíritu de Dios, cuando presenciaban el estado deprimido de su país, se despertaban para lograr su liberación.

Por lo general, iban acompañados de una llamada especial; y el pueblo, al verlos dotados de un valor o fuerza extraordinarios, los aceptaba como delegados del cielo y se sometía a su dominio. Frecuentemente eran nombrados sólo para un distrito en particular, y su autoridad no se extendía más allá del pueblo cuyos intereses se les había encomendado proteger. No tenían ni pompa, ni equipamiento, ni emolumentos propios del cargo. No tenían poder para hacer leyes, porque éstas eran dadas por Dios; ni para explicarlas, porque eso era competencia de los sacerdotes; pero eran oficialmente defensores de la ley, defensores de la religión, vengadores de todos los crímenes, particularmente de la idolatría y sus vicios concomitantes. El nombre Shophetim fue probablemente tomado de sus vecinos cananeos o fenicios. Los cartagineses llamaban a estos gobernantes Suffetes.

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