Se unieron a sus hermanos, a sus nobles, y entraron en maldición y juramento, de andar en la ley de Dios, que fue dada por medio de Moisés, siervo de Dios, y de guardar y hacer todos los mandamientos del SEÑOR nuestro Señor, y sus juicios y sus estatutos;

Observar y hacer todos los mandamientos... Este pacto nacional, además de contener un juramento solemne de obediencia a la ley divina en general, especificaba su compromiso con algunos deberes particulares, que el carácter y la exigencia de los tiempos marcaban con gran urgencia e importancia, y que pueden resumirse en los siguientes epígrafes: Que se abstengan de contraer alianzas matrimoniales con las paganas; que observarían rígidamente el sábado; que dejarían descansar la tierra y perdonarían las deudas cada siete años; que contribuirían al mantenimiento del servicio del templo, cuyos gastos necesarios anteriormente se sufragaban con cargo a la tesorería del templo ( 1 Crónicas 26:20 ), y cuando se agotaban, se entregaban del bolsillo privado del rey ( 2 Crónicas 31:3); y que hicieran un pago ordenado de las cuotas de los sacerdotes.

Se hizo una enumeración minuciosa y particular de las primicias, para que todos fueran plenamente conscientes de sus obligaciones, y para que nadie pudiera excusarse, bajo el pretexto de la ignorancia, de retener los impuestos que la pobreza de muchos, y la irreligión de otros, les había hecho muy propensos a evadir.

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