También aquel día ofrecieron grandes sacrificios, y se regocijaron, porque Dios los había hecho gozar con gran alegría: también las mujeres y los hijos se regocijaron, de modo que la alegría de Jerusalén se oyó hasta de lejos.

El júbilo de Jerusalén se oía hasta de lejos. Los acontecimientos del día, vistos en relación con el estado ahora reparado y embellecido de la ciudad, elevaron el sentimiento popular al más alto grado de entusiasmo, y la fama de sus regocijos se extendió por todas partes.

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