Oye, oh Dios nuestro; porque somos despreciados; y tornan su oprobio sobre su propia cabeza, y los dan por botín en tierra de cautiverio;

Oye, oh Dios nuestro; porque somos despreciados. Las imprecaciones invocadas aquí pueden parecer duras, crueles y vengativas. Pero debe recordarse que Nehemías y sus amigos consideraban a esos líderes samaritanos como enemigos de la causa de Dios y de su pueblo, y por lo tanto como merecedores de ser castigados con juicios severos. La oración, por lo tanto, debe considerarse como emanada de corazones en los que ni el odio, ni la venganza, ni ninguna pasión inferior, sino un celo piadoso y patriótico por la gloria de Dios y el éxito de su causa, dominaba de manera ascendente.

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