Os ruego que les devolváis hoy mismo sus tierras, sus viñas, sus olivares y sus casas, así como la centésima parte del dinero, del grano, del vino y del aceite que les exigís.

Os ruego que les devolváis... sus tierras, sus viñas... también la centésima parte del dinero... el vino y el aceite que les exigís. En los antiguos reinos orientales la centésima era el tipo de interés exigible; y, como este tipo no se pagaba anualmente, sino mensualmente, el deudor tenía que pagar en el curso de un año la octava parte del principal. Esto era bastante opresivo; pero no era nada comparado con lo que se hacía por las cosas prestadas durante períodos más pequeños, como una semana o un día.

Al prestamista, como declara Salmasio, se le permitía exigir cualquier tipo de interés, por exorbitante que fuera, que pudiera obtener. No es de extrañar que Nehemías arremetiera contra una usura tan excesiva, especialmente en las circunstancias de los exiliados retornados. La protesta fue eficaz. La conciencia de los opresores usureros no pudo resistir la conmovedora y poderosa apelación; y, con emociones mezcladas de vergüenza, contrición y temor, expresaron con una sola voz su disposición a cumplir con la recomendación del gobernador.

Los procedimientos se cerraron con un juramento solemne, administrado por los sacerdotes, de que redimirían su promesa, así como con la invocación por parte del gobernador, mediante el gesto solemne y significativo de agitar una esquina de su manto, de una maldición sobre aquellos que la violaran. El historiador ha tenido cuidado de registrar que el pueblo cumplió con esta promesa.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad