Y Josué, hijo de Nun, y Caleb, hijo de Jefone, que eran de los que registraban la tierra, rasgaron sus ropas:

Josué... y Caleb. Los dos honestos espías dieron testimonio de su dolor y horror, de la manera más fuerte, por el motín contra Moisés y la blasfemia contra Dios; mientras que al mismo tiempo se esforzaron, por medio de una declaración veraz, en persuadir al pueblo de la facilidad con que podrían obtener la posesión de un país tan deseable, siempre que no provocaran, por su rebelión e ingratitud, que Dios los abandonara.

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