Y si un extranjero peregrina con vosotros, o cualquiera que esté entre vosotros en vuestras generaciones, y ofrece una ofrenda encendida de olor agradable a Jehová, como vosotros lo hacéis, así lo hará él.

Un extranjero, uno que se había convertido en prosélito. No había ninguno de los privilegios nacionales de los israelitas, con apenas una excepción, en el que el extranjero gentil no pudiera, si se ajustaba a ciertas condiciones, participar plenamente.

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