Mas si no echais de delante de vosotros a los moradores de la tierra; entonces acontecerá que lo que dejéis de ellos, será aguijones en vuestros ojos, y espinas en vuestros costados, y os afligirán en la tierra en que habitáis.

Pero si no los expulsáis. No se debía formar ninguna asociación con los habitantes; de lo contrario, si "dejáis que permanezcan", "serán aguijones en vuestros ojos, y espinas en vuestros costados", es decir, serían vecinos molestos y peligrosos, que os incitarían a la idolatría y, por consiguiente, os privarían del favor y la bendición divinos. El descuido de este consejo contra la unión con los habitantes idólatras resultó fatal para ellos.

La ferviente advertencia dada a los israelitas en sus circunstancias especiales nos transmite una saludable lección para no permitir que permanezcan en nosotros hábitos de pecado al acecho. Ese enemigo espiritual debe ser erradicado de nuestra naturaleza, de lo contrario será ruinoso para nuestra paz presente y nuestra salvación futura

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