Hechos 9:1-43

1 Entonces Saulo, respirando aún amenazas y homicidio contra los discípulos del Señor, se presentó al sumo sacerdote

2 y le pidió cartas para las sinagogas en Damasco, con el fin de llevar preso a Jerusalén a cualquiera que hallara del Camino, fuera hombre o mujer.

3 Mientras iba de viaje, llegando cerca de Damasco, aconteció de repente que le rodeó un resplandor de luz desde el cielo.

4 Él cayó en tierra y oyó una voz que le decía: — Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?

5 Y él dijo: — ¿Quién eres, Señor? Y él respondió: — Yo soy Jesús, a quien tú persigues.

6 Pero levántate, entra en la ciudad, y se te dirá lo que te es preciso hacer.

7 Los hombres que iban con Saulo habían quedado de pie, enmudecidos. A la verdad, oían la voz, pero no veían a nadie.

8 Entonces Saulo fue levantado del suelo, y aun con los ojos abiertos no veía nada. Así que, guiándole de la mano, le condujeron a Damasco.

9 Por tres días estuvo sin ver, y no comió ni bebió.

10 Había cierto discípulo en Damasco llamado Ananías, y el Señor le dijo en visión: — Ananías. Él respondió: — Heme aquí, Señor.

11 El Señor le dijo: — Levántate, ve a la calle que se llama La Derecha y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo de Tarso; porque he aquí él está orando,

12 y en una visión ha visto a un hombre llamado Ananías que entra y le pone las manos encima para que recobre la vista.

13 Entonces Ananías respondió: — Señor, he oído a muchos hablar acerca de este hombre, y de cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén.

14 Aun aquí tiene autoridad de parte de los principales sacerdotes para tomar presos a todos los que invocan tu nombre.

15 Y le dijo el Señor: — Ve, porque este hombre me es un instrumento escogido para llevar mi nombre ante los gentiles, los reyes y los hijos de Israel.

16 Porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre.

17 Entonces Ananías fue y entró en la casa; le puso las manos encima y dijo: — Saulo, hermano, el Señor Jesús, que te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recuperes la vista y seas lleno del Espíritu Santo.

18 De inmediato le cayó de los ojos algo como escamas, y volvió a ver. Se levantó y fue bautizado;

19 y habiendo comido, recuperó las fuerzas. Saulo predica en Damasco Saulo estuvo por algunos días con los discípulos que estaban en Damasco.

20 Y en seguida predicaba a Jesús en las sinagogas, diciendo: — Este es el Hijo de Dios.

21 Todos los que le oían estaban atónitos y decían: — ¿No es este el que asolaba en Jerusalén a los que invocaban este nombre? ¿Y no ha venido acá para eso mismo, para llevarles presos ante los principales sacerdotes?

22 Pero Saulo se fortalecía aún más y confundía a los judíos que habitaban en Damasco, demostrando que Jesús era el Cristo.

23 Pasados muchos días, los judíos consultaron entre sí para matarle;

24 pero sus asechanzas fueron conocidas por Saulo. Y guardaban aun las puertas de la ciudad de día y de noche para matarle.

25 Entonces sus discípulos tomaron a Saulo de noche y le bajaron por el muro en una canasta.

26 Cuando fue a Jerusalén, intentaba juntarse con los discípulos; y todos le tenían miedo, porque no creían que fuera discípulo.

27 Pero Bernabé le recibió y le llevó a los apóstoles. Les contó cómo había visto al Señor en el camino, y que había hablado con él, y cómo en Damasco había predicado con valentía en el nombre de Jesús.

28 Así entraba y salía con ellos en Jerusalén,

29 predicando con valentía en el nombre del Señor. Hablaba y discutía con los helenistas, pero ellos procuraban matarle.

30 Luego, cuando los hermanos lo supieron, le acompañaron hasta Cesarea y le enviaron a Tarso.

31 Entonces por toda Judea, Galilea y Samaria la iglesia tenía paz. Iba edificándose y vivía en el temor del Señor, y con el consuelo del Espíritu Santo se multiplicaba.

32 Aconteció que mientras Pedro recorría por todas partes, fue también a visitar a los santos que habitaban en Lida.

33 Allí encontró a cierto hombre llamado Eneas, que estaba postrado en cama desde hacía ocho años, pues era paralítico.

34 Pedro le dijo: “Eneas, ¡Jesucristo te sana! Levántate y arregla tu cama”. De inmediato se levantó,

35 y le vieron todos los que habitaban en Lida y en Sarón, los cuales se convirtieron al Señor.

36 Entonces había en Jope cierta discípula llamada Tabita, que traducido es Dorcas. Ella estaba llena de buenas obras y de actos de misericordia que hacía.

37 Aconteció en aquellos días que ella se enfermó y murió. Después de lavarla, la pusieron en una sala del piso superior.

38 Como Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, al oír que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres para que le rogaran: “No tardes en venir hasta nosotros”.

39 Entonces Pedro se levantó y fue con ellos. Cuando llegó, le llevaron a la sala y le rodearon todas las viudas, llorando y mostrándole las túnicas y los vestidos que Dorcas hacía cuando estaba con ellas.

40 Después de sacar fuera a todos, Pedro se puso de rodillas y oró; y vuelto hacia el cuerpo, dijo: “¡Tabita, levántate!”. Ella abrió los ojos, y al ver a Pedro se sentó.

41 Él le dio la mano y la levantó. Entonces llamó a los santos y a las viudas, y la presentó viva.

42 Esto fue conocido en todo Jope, y muchos creyeron en el Señor.

43 Pedro se quedó muchos días en Jope, en casa de un tal Simón, curtidor.

CAPITULO 9

1-25. LA CONVERSION DE SAULO, Y LOS COMIENZOS DE SU MINISTERIO.

1. Y Saulo, respirando aún amenazas contra los discípulos, etc.—El enfático “aún” denota el hecho notable de que hasta ahora seguía ardiente su ciega rabia perseguidora contra los discipulos de Cristo. (A pesar de este hecho, Neander y Olshausen pintan a Saulo como “hondamente impresionado por la gozosa fe de Esteban, recordando los pasajes del Antiguo Testamento que confirmaban la mesianidad de Jesús, y experimentando en sus adentros lucha tan violenta que prepararía en él el camino para el desarrollo de los designios de Dios para con él”. ¿No está en el fondo de todo esto una aversión a la conversión repentina, si no es una incredulidad inconsciente en tal experiencia?) La palabra “muerte”, correctamente traducida “matanza”, aquí señala las crueldades aun no relatadas, pero los detalles de las cuales Pablo mismo suple unos treinta años después: “Que he perseguido este camino hasta la muerte” (cap. 22:4); y “cuando eran matados, yo dí mi voto” (contra ellos). “Y muchas veces, castigándolos por todas las sinagogas, los forcé a blasfemar; y enfurecido sobremanera contra ellos, los perseguí hasta en las ciudades extrañas” (cap. 26:10, 11). Todo esto antes del viaje a Damasco.

2. demandó … letras—de parte de las autoridades. para Damasco—la capital de Siria, sobre el gran camino entre el Asia oriental y la occidental, como a 200 kilómetros al nordeste de Jerusalén; la ciudad más antigua del mundo quizá, que “reposa en el centro de un verdoso e inagotable paraíso. Rebosaba (según Josefo, Guerras, II. 20. 2) de judíos y de gentiles convertidos a la fe judaica. Allá había penetrado el evangelio; y Saulo, entusiasmado por los éxitos ya alcanzados, se encarga de aplastarlo. si hallase algunos hombres o mujeres—Tres veces se especifica el término mujeres como objetos de su crueldad, como un rasgo agravado de la misma (cap. 8:3; 22:4, y aquí).

3. llegando cerca de Damasco—así en cap. 22:6. La tradición señala un puente cerca de la ciudad como el sitio aludido. Los eventos que motivan las crisis decisivas de la vida de uno, se imprimen de tal manera en la memoria que circunstancias en sí las más triviales, adquieren por su relación a aquéllas algo de importancia, y se recuerdan con inexpresable interés. súbitamente—A qué hora del día aquí no se dice; pues aquí reina la sencillez natural. Pero él mismo asevera enfáticamente en una de sus narraciones (cap. 22:6) que era “como a mediodía”, y en otra (26:13) “en mitad del día”, cuando no podía haber engaño alguno. le cercó un resplandor de luz del cielo—“una luz” (él mismo dice) “que sobrepujaba el resplandor del sol” (cap. 26:13), que brillaba entonces con toda su fuerza.

4-6. cayendo en tierra—él y sus acompañantes (cap. 26:14), quienes “vieron la luz” (cap. 22:9)—oyó una voz que le decía—“en la lengua hebrea” (cap. 26:14)—Saulo, Saulo—una reduplicación llena de ternura. [De Wette]. Aunque su nombre pronto fué cambiado en “Pablo”, encontramos que, en sus dos narraciones del evento, después de un intervalo de tantos años, él retiene la forma original sin atreverse a alterar en lo más mínimo las palabras que le fueron dirigidas. ¿por qué me persigues?—Ningún lenguaje puede expresar el carácter conmovedor de esta pregunta, dirigida desde la diestra de la Majestad en las alturas a un pobre y enfurecido mortal perseguidor. (Véase Mateo 25:45, y todo aquel escenario del juicio.)

5. ¿Quién eres, Señor?—“Jesús conocía a Saulo antes que Saulo conociera a Jesús”. [Bengel]. El término “Señor” aquí es un término indefinido de respeto para algún personaje no conocido pero augusto. Que Saulo vió tanto como oyó a esta gloriosa persona que le habló, lo dice expresamente Ananías (v. 17; Mateo 22:14), y Bernabé (cap. 9:27), y él mismo (cap. 26:16); y al defender su apostolado, declaró explícitamente que había “visto a Jesús el Señor” (1 Corintios 9:1; 1 Corintios 15:8), lo que no puede referirse sino sólo a esta ocasión. Yo soy Jesús a quien tú persigues—Este “yo” y “tú” aquí son patéticamente enfáticos en el original; mientras que el término “Jesús” está escogido a propósito, para dar la conmovedora noticia de que el nombre aborrecido que él procuraba erradicar, “Jesús de Nazaret”, como aparece en cap. 22:8, ahora le hablaba desde los cielos, “coronado de gloria y honor” (comp. cap. 26:9). dura cosa te es dar coces contra el aguijón. 6. El, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que haga? Y el Señor le dice—(Los manuscritos y versiones más antiguos del Nuevo Testamento carecen de todas estas palabras en este lugar; pero aparecen en cap. 26:14 y cap. 22:10, lo que motiva su interpolación aquí.) Es clásica la metáfora del buey, que da coces contra la aguijada y no hace sino clavarla más hondo, y aquí expresa con mucha fuerza no sólo la vanidad de su método de aplastar el evangelio, sino la herida cada vez más grande que cada esfuerzo semejante le causaba a él. La pregunta, “¿Qué haré, Señor?” o, “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” indica un estado mental de singular interés (véase nota, cap. 2:37). Sus elementos parecen ser los siguientes: (1) La convicción irresistible de que Jesús, a quien perseguía, que ahora hablaba con él, era el “Cristo el Señor”. Véase la nota, Gálatas 1:15. (2) Como consecuencia de esta convicción, la convicción de que todas sus creencias religiosas, y también todo su carácter religioso, habían sido completamente erróneos; que él había estado hasta aquel momento fundamental y completamente equivocado. (3) Que aunque todo su porvenir era ahora una incógnita, tuvo absoluta confianza en aquel que con tanta ternura le había arrestado en su ciega carrera, y ya estaba dispuesto tanto a recibir todas sus enseñanzas, como a llevar a efecto todas sus órdenes (véase nota, v. 9). Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá, etc.—Véase nota, cap. 8:26-28.

7. Y los hombres … atónitos—Esto puede significar solamente que “quedaron atónitos”; pero si es que efectivamente estuvieron de pie, sólo tenemos que suponer que, aun cuando todos ellos cayeron en tierra (cap. 26:14), de suyo se pusieron de pie mientras Saulo aún estaba postrado. oyendo … la voz—Pablo mismo dijo que “no oyeron la voz del que hablaba conmigo” (cap. 22:9). Pero precisamente así como “la gente que estaba presente, y había oído” (Juan 12:29) la voz que saludó a nuestro Señor con las palabras de consuelo y de confirmación que están inscriptas, y con todo no oyeron las palabras articuladas, sino que pensaron que había sido trueno, o que “ángel le había hablado” (Juan 12:28), así estos hombres oyeron la voz que habló a Saulo, pero no oyeron las palabras articuladas. Las aparentes discrepancias como éstas, en las diferentes narraciones del mismo incidente en uno y el mismo libro de los Hechos, proporcionan la más fuerte confirmación de los hechos mismos y del libro que los relata.

8. Saulo se levantó … abriendo los ojos, no veía a nadie—Luego de ver al Señor, como “no viese por causa de la claridad de la luz” (cap. 22:11), había cerrado involuntariamente los ojos para protegerlos del resplandor, y al volver a abrirlos, se dió cuenta de que había perdido su visión. “No se dice, sin embargo, que quedara ciego, porque no fué un castigo” [Bengel].

9. estuvo tres días sin ver, y no comió, ni bebió—es decir, según el modo hebreo de computación: no comió en lo que restó de aquel día, ni en todo el día siguiente, y tanto del día subsecuente como pasó antes de la visita de Ananías. Tal período de entera abstinencia de alimento, en aquel estado de absorción y revolución mental en el que Pablo habia sido repentinamente lanzado, está en perfecta armonía con las leyes y numerosos hechos conocidos. Pero ¡qué tres días debieron ser aquéllos! “Se puede nombrar un solo lapso de tres días de igual importancia en la historia del mundo.” [Hows]. Puesto que Jesús había sido revelado no sólo a las ojos de Pablo sino también a su alma (Gálatas 1:15), el doble convencimiento le debió iluminar inmediatamente, de que toda su comprensión del Antiguo Testamento hasta ahora había sido errónea, y de que el sistema de justicia legalista en el que había confiado hasta entonces, y del que se había gloriado, era falso y fatal. ¡Qué temas eran éstos para el ejercicio espiritual durante aquellos tres días de total oscuridad, de ayuno y soledad! Por una parte, ¡qué remordimiento, qué angustia, qué muerte de la esperanza legalista, qué dificultad para creer que en tal caso no había esperanza alguna; y por la otra, qué admiración patética de la gracia que “le había arrebatado del fuego” (Judas 1:23), qué convicción inquieta de que debía haber en ello algún propósito de amor; y qué expectación tierna de ser aún honrado, como vaso escogido, para declarar lo que el Señor había hecho por su alma, y para esparcir por doquier el perfume de aquel Nombre que él tan inicua, aunque ignorantemente, había tratado de destruir, deben haber conmovido su pecho durante aquellos días miserables! ¿Será exageración si se dice que toda aquella profunda comprensión del Antiguo Testamento, aquella compenetración de los principios de la dispensación divina, aquella aguda espiritualidad, aquel vívido conocimiento del estado de perdición del hombre, y aquellos vislumbres de la perfección y la gloria del remedio divino, aquel hermoso ideal de la excelencia y de la humildad del carácter cristiano, aquella extensa filantropía y ardiente celo de consagrar su vida para Cristo al través de su existenci,. que distinguen los escritos de éste el mayor de los apóstoles y de los hombres más grandes: fueron despertados para la vida todos durante aquellos tres días consecutivos?

10-16. un discípulo en Damasco llamado Ananías—Véase nota, cap. 22:12. al cual el Señor dijo—es decir, el Señor Jesús. Véase vv. 13, 14, 17. ve a la calle que se llama la Derecha—Hay todavía una calle de este nombre en Damasco, como un kilómetro de largo, que corre del este al oeste por la ciudad. [Maundrell]. y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso—Hay algo de patético en la minuciosidad de estas instrucciones. Tarso era la capital de Cilicia, a lo largo de la costa nordeste del Mediterráneo. Estaba sita sobre el río Cidno, “ciudad grande y populosa” (dice Jenofonte; y véase nota, cap. 21:39), que bajo los romanos tenía el privilegio de gozar de gobierno propio. porque he aquí, él ora—ya no “respirando amenazas y matanzas”, sino ardiendo en sus deseos de luz y vida en el Perseguido. ¡Hermosa nota de aliciente cuanto al estado de ánimo en que encontraría al perseguidor!

12. Y ha visto en visión un varón llamado Ananías, etc.—Así que, como en el caso posterior de Pedro y Cornelio, hubo preparación mutua del uno para el encuentro con el otro. Pero no tenemos relato de la visión que Saulo tuvo de la venida de Ananías y de la imposición de las manos para restaurar la vista a Saulo, salvo esta interesante alusión hecha en la visión que tuvo Ananías mismo.

13. Ananías respondió: Señor, he oído a muchos acerca de este hombre, etc.—“Las objeciones de Ananías y la anulación de las mismas por el Señor, dejan ver, de manera conmovedora, la relación dócil del alma creyente con su Redentor. El Salvador habla con Ananías como con un amigo”. [Olshausen]. cuántos males ha hecho a tus santos—“Tus santos”, dice Ananías a Cristo; por lo tanto Cristo es Dios. [Bengel]. Asimismo, Ananías describe luego a los discípulos como “los que invocan” el nombre de Cristo. Véanse notas, cap. 7:59, 60, y comp. 1 Corintios 1:2.

14. aquí tiene facultad, etc.—No sólo el terror, pues, del gran perseguidor, sino también la noticia de su misión a Damasco, le habían precedido desde Jerusalén hasta este lugar de su persecución.

15. Ve—Haz como se te mandó, sin poner objeciones. instrumento escogido me es éste—vocablo muchas veces usado por Pablo para ilustrar la soberanía de Dios en la elección (Romanos 9:21; 2 Corintios 4:7; 2 Timoteo 2:20. [Alford]. Comp. Malaquías 3:2).

16. yo le mostraré—(Véase cap. 20:23, 24; 21:11). cuánto le sea menester que padezca por mi nombre—es decir, “Mucho ha hecho él en contra de aquel nombre, pero luego, cuando yo le muestre cuántos males debe padecer por aquel nombre, lo tendrá por honor y privilegio”.

17-19. Ananías entonces fué … poniéndole las manos encima, dijo: Saulo hermano—¡Cuán dócil y obediente es Ananías a “la visión celestial”! el Señor Jesús—Esto demuestra claramente en qué sentido se usa el término “Señor” en este libro. La palabra “Señor” casi invariablemente se refiere a Jesús en este libro. que te apareció en el camino—Este conocimiento por parte de un habitante de Damasco de lo que había pasado a Saulo antes que éste entrara en la ciudad, le haría saber en seguida que aquel hombre era el que Jesús había preparado para visitarlo. y seas lleno de Espíritu Santo—el cual Ananías, probablemente, sin instrucciones expresas al respecto, había presupuesto que descendería sobre él; y no necesariamente después de su bautismo [Baumgarten, Webster y Wilkinson], ya que Cornelio y los suyos lo recibieron antes de ser bautizados (cap. 10:44-48). Tal vez sucedió inmediatamente después de recobrar la vista con la imposición de las manos de Ananías. le cayeron de los ojos como escamas—“Esto demuestra que la ceguera así como la cura fue sobrenatural. Materia como escamas no se hubiera formado en tan poco tiempo”. [Webster y Wilkinson]. Y debe tomarse buena nota de la precisión médica del lenguaje de Lucas aquí. fué bautizado—al pedido de Ananias (cap. 22:16).

19. Y comió, fué confortado—del agotamiento causado por los tres días de ayuno, el que no sería menos real, aunque él no lo hubiera sentido durante sus luchas. Véase la nota, Mateo 4:2. Y estuvo Saulo por algunos días con los discípulos … en Damasco—Dándose a conocer, de una manera bien distinta de la que ni él ni ellos habían anticipado, y recobrando animosidad por el compañerismo de los santos; no por cierto para aprender de ellos lo que él había de enseñar, lo que él expresamente niega (Gálatas 1:12, Gálatas 1:16).

20-22. predicaba a Cristo … que éste era el Hijo de Dios—más bien, “predicaba a Jesús”, según los manuscritos más antiguos (así en v. 21: “los que invocaban este nombre”, esto es, Jesús; y en el v. 22: “afirmando que éste [Jesús] es el Cristo”).

23. Y como pasaron muchos días, los Judíos hicieron entre sí consejo de matarleSi no tuviéramos otros datos más, hubiéramos supuesto que lo relatado aquí tuvo lugar mientras Saulo continuaba predicando después de su bautismo. Pero en Gálatas 1:17 Pablo mismo dice: “Fuí a la Arabia, y volví de nuevo a Damasco”, y que desde el tiempo de su primera visita hasta que terminara la segunda, las que parecen haber sido breves, habían pasado tres años; o bien tres años completos, o un año completo y partes de otros dos. Comp. nota, Gálatas 1:16. Que tal vacío ocurriera en Los Hechos no es más notable que el de la huída de la Sagrada Familia a Egipto, su permanencia allí y su retorno de allí, relatados sólo por Mateo, fueron del todo omitidos por Lucas; si tuviéramos tan sólo su Evangelio, hubiéramos creído que ellos volvieron a Nazaret inmediatamente después de la presentación de Jesús en el templo. (En efecto, en una de sus narraciones, cap. 22:16, 17. Pablo mismo hace caso omiso de este período). Pero ¿por qué este viaje? Tal vez (1) porque creía que hacía falta a su espíritu un período de reposo y de seclusión parcial debido a la violencia del cambio y a la emoción de su nueva ocupación. (2) Para evitar el ser víctima demasiado pronto de la persecucíón que ya amenazaba. (3) Para llevar a cabo su ministerio en las sinagogas judías, según se le ofreciera la oportunidad. A su regreso, ya descansado y fortalecido en espíritu, reanudó en seguida su ministerio, con el consiguiente peligro inminente de su vida.

24, 25. guardaban las puertas de día y de noche para matarle—En pleno grado de su peligro aparece sólo en su propio relato (2 Corintios 11:32): “En Damasco, el gobernador de la provincia del rey Aretas guardaba la ciudad de los damascenos para prenderme”; habiendo los exasperados judíos obtenido del gobernador una fuerza militar, para con más seguridad lograr su destracción. Entonces los discípulos … le bajaron por el muro—“Por una ventana”, según 2 Corintios 11:33. Eran comunes tales ventanas sobresalientes en los muros de las ciudades orientales, y hasta el día de hoy se pueden ver en Damasco.

26-31. LA PRIMERA VISITA DE SAULO A JERUSALEN DESPUES DE SU CONVERSION.

26. Y como vino a Jerusalem—Tres años después de su conversión, y particularmente “a ver a Pedro” (Gálatas 1:18); sin duda porque Pedro era el apóstol principal, y para comunicarle la esfera prescripta de sus labores, especialmente a “los gentiles”. tentaba de juntarse con los discípulos—sencillamente como uno de ellos, dejando que su misión apostólica se manifestara sola. mas todos tenían miedo de él, etc.—Como le conocían solamente como perseguidor de la fe. El rumor de su conversión, si en realidad habían creído ellos tal conversión, estaban dejando en olvido durante su larga ausencia en Arabia, y las noticias de sus labores subsecuentes en Damasco no les habrían llegado.

27. Bernabé, tomándole, lo trajo a los apóstoles—es decir, a Pedro y a Jacobo; pues “a ningún otro de los apóstoles vi” (Gálatas 1:18), dice él catorce años después. Probablemente ninguno de los demás estaba entonces en la ciudad (cap. 4:36). Siendo Bernabé de la isla de Chipre, la que estaba dentro de unas pocas horas de viaje por mar desde Cilicia y unida a dicha provincia romana, y siendo él y Saulo judíos helenistas y eminentes en sus respectivas localidades, es fácil que se hubieran conocido antes de esto. [Hows]. Lo que se dice aquí de Bernabé está en consonancia perfecta con lo “bueno” que se le atribuye en cap. 11:24, y con el nombre de “Hijo de consolación”, que le fué dado por los apóstoles (cap. 4:36); y una vez convencidos Pedro y Jacobo, los apóstoles en general recibirían a Saulo en seguida. cómo había visto al Señor … y que le había hablado—es decir, como Saulo había recibido su comisión directamente del Señor mismo.

28, 29. entraba y salía con ellos—por quince días, alojándose en casa de Pedro (Gálatas 1:18). disputaba con los Griegos—con los judíos helenistas (comp. nota, cap. 6:1). Quizá disputaba con ellos especialmente por ser ellos de su propia clase y por haber estado, en los días de su ignorancia, particularmente furioso contra ellos. mas ellos procuraban matarle—Así se le hizo sentir, al través de toda su carrera, lo que tan cruelmente había hecho sentir él a otros, a saber, el costo del discipulado.

30. le acompañaron hasta Cesarea—sobre la costa del Mediterráneo (véase nota, cap. 8:40); pero Pablo tenía otra razón por qué salir de Jerusalén tan pronto, además de evitar su propia aprehensión. El dice: “orando en el templo fuí arrebatado fuera de mí”, y recibió órdenes expresas al respecto. Véase nota, cap. 22:17. le enviaron a Tarso—En Gálatas 1:21 él mismo dice de este viaje: “fuí a las partes de Siria y Cilicia”, de lo que es natural inferir que en vez de navegar directamente a Tarso, desembarcó en Seleucia, y viajando de allí a Antioquía siguió por tierra hacia el norte a Cilicia hasta Tarso. Siendo ésta su primera visita a su ciudad natal desde su conversión, no se sabe a ciencia cierta si volvió allá alguna vez más. Véase nota, cap. 11:25, 26. Probablemente fué en esta visita cuando ganó para Cristo a aquellos “parientes”, a aquella “hermana”, y acaso el “hijo” de ella, mencionados en Romanos 16:7, Romanos 16:11, Romanos 16:21; cap. 23:16, etc. [Hows].

31. EL ESTADO FLORECIENTE DE LA IGLESIA EN PALESTINA.

31. Las iglesias entonces tenían paz—más bien, “la iglesia”, según los mejores manuscritos y versiones. [Pero Pablo en el habla corriente del día dice: “las iglesias de Judea”, Gálatas 1:22. Nota del Trad.] Pero esta paz no se debió tanto a la conversión de Saulo, como, probablemente, al hecho de que los judíos estaban preocupados por la tentativa de Calígula de hacer colocar su imagen en el templo de Jerusalén (Josefo, Antigüedades, 18:8:1, etc.). por toda Judea y Galilea y Samaria—Es en extremo interesante esta noticia de las distintas iglesias florecientes en estas regiones que habían sido el escenario principal del ministerio del Señor, y que eran por lo tanto mejor capacitadas para comprobar los hechos fundamentales de toda la predicación de los apóstoles. “El temor del Señor” expresa la santa conducta de los creyentes, y el “consuelo del Espíritu Santo” su “paz y gozo en creer” bajo la operación silenciosa del bendito Consolador.

32-43. PEDRO SANA A ENEAS Y RESUCITA A TABITA. El historiador ahora vuelve a Pedro, a fin de presentar el importante relato de Cornelio (cap. 10). Los eventos aquí tratados probablemente tuvieron lugar durante la permanencia de Pablo en Arabia.

32. Pedro, andándolos a todos—no ya huyendo de la persecución, sino en paz visitando a las iglesias. vino también a los santos que habitaban en Lydda—como a ocho kilómetros al este de Joppe.

34. le dijo Pedro: Eneas, Jesucristo te sana—Véase nota, cap. 3:6. hazte tu cama—Véase nota, Juan 5:8.

35. Y viéronle todos … en Lydda y en Sarona—o, Sarón, valle fértil entre Joppe y Cesárea. se convirtieron al Señor—Hubo una conversión general en consecuencia del milagro.

36. en Joppe—la moderna Jafa, sobre el Mediterráneo, ciudad muy antigua de los filisteos, desde entonces y ahora el puerto de mar de Jerusalén, de donde dista como 65 kilómetros al noroeste. Tabita … Dorcas—nombres caldeo y griego respectivamente, que significa antílope o gacela, que, por su hermosura, se emplea frecuentemente como nombre propio de mujer. [Meyer, Olshausen]. Sin duda, la interpretación aquí dada, no es sino un eco de las observaciones hechas con respecto a ella por los cristianos, de cuán bien correspondía el carácter de ella con su nombre. llena de buenas obras y de limosnas—Eminente por sus actividades y su generosidad propias del carácter cristiano.

37. después de lavada—según la costumbre de las naciones civilizadas para con sus muertos. pusieron en una sala—alta (comp. 1 Reyes 17:19). los discípulos, oyendo que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres—lo que demuestra que los discípulos en general no poseían dones milagrosos. [Bengel].

39. todas las viudas—a las que Dorcas había vestido y alimentado. llorando y mostrando las túnicas,… que Dorcas hacía—es decir, mostraban algunas prendas de vestir como muestras de lo que ella solía hacer.

40. echados fuera todos, Pedro puesto de rodillas—Lo primero en imitación de su Maestro (Lucas 8:54, y comp. 2 Reyes 4:33); y lo segundo, en llamativo contraste. Arrodillarse es propio del siervo humilde; pero no del Señor mismo, de quien nunca se escribió que se arrodillase al obrar un milagro. ella abrió los ojos, y viendo a Pedro, incorporóse—La minuciosidad gráfica de los detalles imparte al relato un aire de realidad encantadora.

41. El le dió la mano, y levantóla—como el Señor había hecho a la suegra de Pedro (Marco 1:31). en casa de un cierto Simón, curtidor—Un oficio por los judíos tenido como inmundo, y por tanto deshonroso, a causa del contacto con cuerpos muertos y la sangre de los mismos. Por esta razón, se hacía este trabajo a cierta distancia de las ciudades; y así se explica por qué la casa de Simón estaba “junto a la mar” (cap. 10:6). El que Pedro se hospedara allí demuestra que ya en parte estaba libre de los prejuicios judaicos.

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