Juan 5:1-47

1 Después de esto había una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.

2 En Jerusalén, junto a la puerta de las Ovejas, hay un estanque con cinco pórticos que en hebreo se llama Betesda.

3 En ellos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos

4 [2].

5 Se encontraba allí cierto hombre que había estado enfermo durante treinta y ocho años.

6 Cuando Jesús lo vio tendido y supo que ya había pasado tanto tiempo así, le preguntó: — ¿Quieres ser sano?

7 Le respondió el enfermo: — Señor, no tengo a nadie que me meta en el estanque cuando el agua es agitada; y mientras me muevo yo, otro desciende antes que yo.

8 Jesús le dijo: — Levántate, toma tu cama y anda.

9 Y en seguida el hombre fue sanado, tomó su cama y anduvo. Y aquel día era sábado.

10 Entonces los judíos le decían a aquel que había sido sanado: — Es sábado y no te es lícito llevar tu cama.

11 Pero él les respondió: — El que me sanó, él mismo me dijo: “Toma tu cama y anda”.

12 Entonces le preguntaron: — ¿Quién es el hombre que te dijo: “Toma tu cama y anda”?

13 Pero el que había sido sanado no sabía quién había sido, porque Jesús se había apartado pues había mucha gente en el lugar.

14 Después Jesús lo halló en el templo y le dijo: — He aquí, has sido sanado; no peques más para que no te ocurra algo peor.

15 El hombre se fue y declaró a los judíos que Jesús era el que lo había sanado.

16 Por esta causa los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado.

17 Pero Jesús les respondió: — Mi Padre hasta ahora trabaja; también yo trabajo.

18 Por esta razón los judíos aún más procuraban matarle, porque no solo quebrantaba el sábado sino que también llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose igual a Dios.

19 Por esto respondió Jesús y les decía: — De cierto, de cierto les digo que el Hijo no puede hacer nada de sí mismo sino lo que ve hacer al Padre. Porque todo lo que él hace, esto también lo hace el Hijo de igual manera.

20 Porque el Padre ama al Hijo y le muestra todas las cosas que él mismo hace. Y mayores obras que estas le mostrará, de modo que ustedes se asombrarán.

21 Porque así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere.

22 Porque el Padre no juzga a nadie sino que todo el juicio lo dio al Hijo

23 para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió.

24 »De cierto, de cierto les digo que el que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna. El tal no viene a condenación sino que ha pasado de muerte a vida.

25 De cierto, de cierto les digo que viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que oyen vivirán.

26 Porque así como el Padre tiene vida en sí mismo, así también dio al Hijo el tener vida en sí mismo.

27 Y también le dio autoridad para hacer juicio, porque él es el Hijo del Hombre.

28 No se asombren de esto, porque vendrá la hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz

29 y saldrán, los que hicieron el bien para la resurrección de vida pero los que practicaron el mal para la resurrección de condenación.

30 Yo no puedo hacer nada de mí mismo. Como oigo, juzgo; y mi juicio es justo porque no busco la voluntad mía sino la voluntad del que me envió.

31 »Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero.

32 El que da testimonio de mí es otro, y sé que el testimonio que da de mí es verdadero.

33 Ustedes enviaron mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad.

34 Pero yo no recibo el testimonio de parte del hombre; más bien, digo esto para que ustedes sean salvos.

35 Él era antorcha que ardía y alumbraba, y ustedes quisieron regocijarse por un poco en su luz.

36 »Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha dado para cumplirlas, las mismas obras que hago dan testimonio de mí de que el Padre me ha enviado.

37 »Y el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Pero nunca han oído su voz ni han visto su apariencia

38 ni tienen su palabra permaneciendo en ustedes; porque ustedes no creen a quien él envió.

39 Escudriñen las Escrituras, porque les parece que en ellas tienen vida eterna y ellas son las que dan testimonio de mí.

40 Y ustedes no quieren venir a mí para que tengan vida.

41 »No recibo gloria de parte de los hombres.

42 Al contrario, yo los conozco que no tienen el amor de Dios en ustedes.

43 Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me reciben. Si otro viniera en su propio nombre, a aquel recibirían.

44 ¿Cómo pueden ustedes creer? Pues recibiendo la gloria los unos de los otros no buscan la gloria que viene de parte del único Dios.

45 »No piensen que yo los acusaré delante del Padre. Hay quien los acusa: Moisés, en quien han puesto la esperanza.

46 Porque si ustedes creyeran a Moisés, me creerían a mí; pues él escribió de mí.

47 Pero si no creen a sus escritos, ¿cómo creerán a mis palabras?

ES SANADO UN HOMBRE IMPOTENTE—DISCURSO OCASIONADO POR LA PERSECUCION RESULTANTE.

1. un día de fiesta de los Judíos¿Qué fiesta? Ninguna cuestión ha dividido más a los armonistas de los Evangelios, y se puede decir que la duración del ministerio de nuestro Señor depende de ella. Porque, si fué una Pascua, como han creído la mayoría (hasta años recientes), su ministerio duró tres años y medio; si no fué una Pascua, entonces probablemente duró un año menos. Aquellos que no aceptan la opinión de que ésta fuera una Pascua, difieren entre sí acerca de qué otra fiesta sería, y algunos de los más pronunciados, creen que no hay medios para decidir la cuestión. En nuestra opinión, la evidencia está a favor de que fuera una Pascua, pero las razones no pueden ser presentadas aquí.

2, 3. del ganado—habrá que suplir la plabra que falta del texto, “purta” del ganado, mencionada en Nehemías 3:1, Nehemías 3:32. Bethesda—“casa de misericordia”, por las curaciones efectuadas allí. cinco portales—para el amparo de los enfermos.

4. un ángel, etc.—Este milagro difiere en dos puntos de todos los demás milagros registrados en las Escrituras: (1) No fué uno, sino una serie de milagros efectuados periódicamente; (2) Como sólo se efectuaba “cuando las aguas eran revueltas, “así únicamente sobre un paciente a la vez, y el enfermo “que primero descendía en el estanque después del movimiento del agua”. Pero esto sólo fijaba tanto más innegablemente su carácter milagroso. Hemos oído de muchas aguas que tienen virtud medicinal; pero ¿qué agua fué jamás conocida que curara instantáneamente una sola enfermedad? Y ¿quién ha oído jamás de alguna agua que curara a todos, las enfermedades más diversas—“ciegos, cojos, secos”—de la misma manera? Y sobre todo, ¿quién ha oído de que se hiciera tal cosa “a cierto tiempo”, y más singularmente de todo, lo hiciese a la primera persona que entraba después del movimiento de las aguas? Cualquiera de estas peculiaridades—muchas más tomadas todas juntas—habría proclamado el carácter sobrenatural de las curaciones obradas. (Si el texto aquí es genuino, no puede haber duda del milagro, pues vivían multitudes cuando fué publicado este Evangelio, quienes, por su propio conocimiento de Jerusalén, habrían podido exponer la falsedad del evangelista, si no se conocían allí tales curaciones. La falta del v. 4 y parte del v. 3 en algunos buenos manuscritos, y el uso de algunas palabras raras en el pasaje, son explicados más fácilmente que la evidencia a su favor, si no pertenecieran originalmente al texto. En efecto, el v. 7 es ininteligible sin el v. 4. La evidencia interna presentada en contra, es meramente la improbabilidad de tal milagro, un principio que nos llevará mucho más lejos, si permitimos que pese contra la evidencia positiva). (A pesar del argumento del autor, los entendidos en cuestiones de variaciones en el texto, son casi unánimemente contra la inclusión de este versículo en el texto verdadero de Juan. Las aguas aquellas habrían tenido alguna virtud curativa natural, virtud que pronto se disipa. Nota del Trad.)

5-9. treinta y ocho años—pero no todo aquel tiempo al lado del estanque. Este fué el más patético de todos los casos, y por esto fué elegido.

6. Como Jesús vió a éste echado, y entendió, etc.—Así como él visitó el lugar sólo para obrar este milagro, así él sabía dónde hallar a su enfermo, y toda la historia previa del caso (cap. 2:25).

6. ¿Quieres ser sano?—¿Podría alguien dudar de que un enfermo tendría ganas de ser hecho sano, o que los enfermos vinieran acá, y que este hombre hubiera vuelto repetidas veces, sólo con la esperanza de una sanidad? Pero nuestro Señor le hizo esta pregunta: (1) Para fijar la atención en su persona; (2) Haciendo que el hombre detallara su caso, para ahondar en él el sentimiento de completa incompetencia; (3) Por pregunta tan singular, despertar en su corazón desesperado la esperanza de una curación. (Cf. Marco 10:51).

7. Señor,. . no tengo hombre, etc.—En vez de decir que deseaba ser sano, sólo cuenta con sencillez lastimosa cuán infructuosos habían sido todos sus esfuerzos de lograrlo, y cuán impotente, y todo menos que desesperado, se hallaba. Pero no del todo. Porque aquí está él al lado del estanque, esperando. Parecía inútil; aun desesperante: “entre tanto que yo vengo, otro antes de mí ha descendido”—la fruta le era arrebatada. Sin embargo, él no se irá. Puede ser que no consiga nada esperando; podrá caer en su sepulcro antes que meterse en el estanque; pero alejándose de la manera señalada, la manera divina, de sanidad, no puede conseguir nada. Esperar pues, esperar, y cuando Cristo viene a sanarlo, he aquí, está esperando su turno. ¡Qué actitud para un pecador ante el trono de misericordia! Las esperanzas del hombre parecían bastante bajas, antes que viniera Cristo. Habría podido decir, un poco antes que pasara Jesús: “Esto es inútil; nunca me meteré; dejen que muera en mi casa”. Entonces todo habría sido perdido. Pero él persistía, y su perseverancia fué recompensada con una curación gloriosa. Probablemente algunos rayos de esperanza entraron en su corazón, como relataba su historia ante aquellos ojos, cuya mirada medía todo su caso. Pero la palabra de mando completa su preparación para recibir la curación, e instantáneamente la obra.

8. Levántate, toma tu lecho, etc.—“Inmediatamente”—“luego”—lo hizo así. “El habló, y fué hecho”. El acto de echar su lecho portátil sobre su hombro tenía por fin mostrar la perfección de su curación. era sábado aquel día—fuera de toda duda esto fué intencional, como en tantas otras curaciones, a fin de que levantándose una oposición a causa de esto, los hombres fuesen obligados a escuchar sus derechos y enseñanzas.

10-16. los Judíos decían—es decir, aquellos que estaban en autoridad. Véase la nota acerca del cap. 1:19. no te es lícito llevar tu lecho—¡testimonio glorioso de una curación, como instantánea y completa, de los labios de los más contrarios! (Y ¡qué contraste presenta, como todos los milagros de nuestro Señor, con los milagros (?) torpes de la Iglesia de Roma! En circunstancias ordinarias los gobernantes tenían la ley de su parte. (Nehemías 13:15; Jeremias 17:21). Pero cuando el hombre los refirió a aquel “que me sanó” como su autoridad, el argumento fué irresistible. Sin embargo, ellos hábilmente desviaron el golpe, preguntándole, no quién “le había sanado”,—pues eso los habría condenado, y les habría frustrado su propósito—sino “¿quién es el que te dijo: Toma tu lecho y anda?” en otras palabras, quién se atrevió a mandar una violación del sábado. Es tiempo para que tengamos que ver con él, esperando así sacudir la fe del hombre en su Sanador.

13. el que había sido sanado, no sabía quién fuese—Que alguien, poseído de generosidad, ternura y poder sin igual, lo había hecho, sabía el hombre muy bien; pero como no había oído de él antes, así también aquél desapareció demasiado pronto para alguna indagación del caso. se había apartado—se “deslizó” de entre la multitud que se había juntado, para evitar una popularidad ligera y odio precipitado (Mateo 12:14).

14. Después le halló Jesús en el templo—diciendo, tal vez: “Entraré en tu casa con holocaustos: te pagaré mis votos, que pronunciaron mis labios, y habló mi boca, cuando angustiado estaba” (Salmo 66:13). Estando allí Jesús mismo para sus propios fines, “le halló” no por casualidad, podemos estar seguros. no peques más, etc.—un vislumbre de la vida desordenada que él había llevado, probablemente antes de sus treinta y ocho años de enfermedad, y que, no improbablemente, había traído, en el juicio de Dios, su sufrimiento crónico. Ilustración espantosa ésta de la “severidad de Dios”, pero manifestación gloriosa del discernimiento de nuestro Señor de “lo que está en el hombre.”

15. El se fué, y dió aviso a los Judíos, etc.—pensando poco en lo mal recibido que sería su testimonio gustoso y entusiasta. “Las tinieblas no comprendieron” la luz que estaba derramando sobre ellas sus rayos. Juan 1:5, Juan 1:11. [Olshausen.]

16. porque hacía estas cosas en sábado—¡Qué a estos religiosos hipócritas era el hacer los milagros más gloriosos y benéficos, comparado con la “atrocidad” de hacerlos en día sábado! Habiéndoles dado este asidero, con propósito de suscitar la primera controversia pública con ellos, y así una oportunidad para exponer delante de ellos sus pretensiones o derechos, Jesús se levanta a toda la altura de ellos, en una declaración que por grandeza y brevedad supera a casi toda afirmación que jamás venía de él, por lo menos directamente a sus enemigos.

17, 18. Mi Padre hasta ahora obra, y yo obro—El “Yo” es enfático; “La actividad creadora y conservadora de mi Padre no ha conocido ninguna cesación sabática desde el principio hasta ahora, y ésa es la ley de mi obra”.

18. a su Padre llamaba Dios—lit., “su Padre propio”, o peculiar, como en Romanos 8:32. Lo agregado es de ellos mismos, pero es muy correcto. haciéndose igual a Dios—comprendieron correctamente que éste era el sentido de su expresión, no meramente de sus palabras “mi Padre”, sino de su pretensión al derecho de obrar como obraba su Padre en tan alta esfera, y por la misma ley de actividad incesante en aquella esfera. Y como él, en vez de negar instantáneamente semejante interpretación, como tendría que haber hecho, si fuese falsa, positivamente le pone su sello en los versículos siguientes, meramente explicando cuán consistente era tal pretensión con las prerrogativas de su Padre, es fuera de toda duda que tenemos aquí una asunción de la filiación personal peculiar, o la participación en la naturaleza esencial del Padre.

19, 20. No puede el Hijo hacer nada de sí mismo—es decir, de parte de y en rivalidad con el Padre, como lo suponían ellos. El sentido es: “El Hijo no puede tener interés o acción aparte del Padre.” sino lo que viere hacer, etc.—es decir, “Por lo contrario, lo que hace el Padre, aquello mismo hace el Hijo juntamente”, o de la misma manera, ¿Qué pretensión a igualdad absoluta con el Padre podría sobrepujar esto: no sólo de hacer las mismas cosas, sino de hacerlas como el Padre las hace? Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todas, etc.—Como el amor no tiene encubrimientos, así resulta del perfecto compañerismo y encarecimiento mutuo del Padre y del Hijo (véanse las notas acerca del cap. 1:1, 18), cuyos intereses son uno, aun como es su naturaleza, que el Padre comunique al Hijo todos sus consejos, y lo que así ha sido comunicado al Hijo, por él es ejecutado en su carácter de mediador. “Con el Padre, el hacer es querer; es solo el Hijo quien obra en el tiempo” [Alford.] Tres cosas están claras: (1) Las distinciones personales en la Divinidad. (2) La unidad de acción entre las Personas resulta de la unidad de la naturaleza. (3) Su unidad de intereses no es cosa inconsciente o involuntaria, sino cosa de conocimiento, voluntad y amor gloriosos, de los cuales las Personas mismas son los objetos propios, mayores obras que éstas le mostrará, etc.—refiriéndose a lo que va a mencionar (vv. 21-31), comprendido en dos grandes palabras, VIDA y JUICIO, que hermosamente llama las Insignias Reales de Dios. Sin embargo, estas cosas el Padre y él hacen en común.

21-23. como el Padre levanta los muertos, y les da vida—un acto en dos etapas. Esta es su prerrogativa absoluta como Dios. así también el Hijo a los que quiere—no sólo haciendo el mismo acto divino, sino haciéndolo de su propia voluntad, aun así como lo hace el Padre. Esta afirmación es de inmensa importancia en relación con los milagros de Cristo, pues los distingue de los milagros similares de profetas y apóstoles, quienes como instrumentos humanos eran empleados para efectuar obras supernaturales, mientras que Cristo lo hizo todo como el servidor comisionado, es verdad, mas en el ejercicio de su propio derecho absoluto de acción. da vida—es decir, los levanta y les infunde la vida.

22. Porque el Padre a nadie juzga—más bien: “Porque tampoco el Padre juzga a nadie”, dando a entender que la misma “cosa se entendía en el versículo anterior por el dar vida a los muertos”, siendo hechos ambos actos, no por el Padre y el Hijo, como si fueran hechos dos veces, sino por el Padre por medio del Hijo como su Agente voluntario. todo el juicio—todo juicio en su sentido más comprensivo, o como diríamos, toda administración.

23. Para que todos honren al Hijo como honran al Padre—Así como el que cree que Cristo, en los versículos anteriores, ha dado cuenta verdadera de su relación con el Padre, necesariamente tiene que considerarlo con derecho a la misma honra como el Padre, así agrega él aquí que fué la intención expresa del Padre al entregar todo juicio al Hijo, de que los hombres le honrasen así. no honra al Padre, etc.—en efecto, tal persona no honra al Padre, sea lo que fuere que se imagine, y será considerada como que no le honre, por el Padre mismo, quien no aceptará homenaje alguno que no fuera acordado a su propio Hijo.

24. cree al que me ha enviado—es decir, “cree en él como que me ha enviado. He hablado del derecho del Hijo no sólo de sanar a los enfermos, sino de levantar de entre los muertos, y de dar vida a quien quiera: Y ahora os digo: Que esta operación vivificante ya pasó en todos los que reciben mis palabras como el Enviado del Padre en la gran misión de misericordia. tiene vida eterna—inmediatamente al creer (comp. cap. 3:18; 1 Juan 5:12). pasó de muerte a vida—“ha pasado” tiempo perfecto, “desde la muerte hasta la vida”, acción ya realizada en la persona. ¡Qué transición! Comp. 1 Juan 3:14, Joel 3:14.

25-29. Vendrá hora—en su entera plenitud, en el día de Pentecostés. y ahora es—en sus comienzos. los muertos—los muertos espiritualmente, como es evidente por el v. 28. Aquí él sube desde la frase más calmosa, “que oye mi palabra” (v. 24) a la expresión más grandiosa, “oirán la voz del Hijo de Dios”, para dar a entender que así como halla a los hombres en condición como muertos, así lleva consigo el poder de resurrección. vivirán—en el sentido del v. 24. dió también al Hijo, etc.—¿Se refiere esto a la vida esencial del Hijo antes de todo tiempo (cap. 1:4) [como la mayoría de los “padres”, y Olshausen, Stier, Alford, etc., entre los modernos], o al propósito de Dios de que esta vida esencial residiera en la Persona del Hijo Encarnado, y fuera manifestada así al mundo? [Calvino, Lucke, Luthardt, etc.] El asunto es difícil así como el tema es profundo. Pero así como todo lo que Cristo dice de su relación esencial con el Padre, tiene por motivo explicar y ensalzar sus funciones mediadoras, así la una parece en la mente misma del Señor y su lenguaje principalmente el punto de partida de la otra.

27. en cuanto es el Hijo del hombre—Esto parece confirmar el comentario anterior, de que lo que tenía en vista propiamente Cristo, fué la morada de la vida esencial del Hijo en su humanidad, como el gran teatro y medio del despliegue, en ambos grandes departamentos de su obra, el de dar vida y el de juzgar. El nombramiento de un Juez en nuestra propia naturaleza es de los arreglos más hermosos de la sabiduría divina en la redención.

28. No os maravilléis de esto—eso de la entrega de todo juicio al Hijo del hombre. porque vendrá hora—El no agrega en este caso (como en el v. 25), “ahora es”, porque esto no había de ser sino hasta el fin de toda la dispensación de la misericordia.

29. a resurrección de vida—es decir, “a la vida eterna” (Mateo 25:46). de condenación—Habría sido áspero decir “la resurrección de muerte”, aunque esto es lo que se quiere decir, porque los pecadores resucitarán de la muerte a la muerte [Bengel.] La resurrección de ambas clases es un ejercicio de autoridad soberana; pero en el un caso es un acto de gracia, en el otro de justicia. (Comp. Daniel 12:2, de donde se toma el lenguaje). ¡Cuán terriblemente grandiosas son estas manifestaciones de su dignidad y autoridad, de la boca de Cristo mismo! Están todas en la tercera persona; en lo que sigue, él toma de nuevo la primera persona.

30-32. No puedo yo de mí mismo hacer nada—es decir, aparte de mi Padre, o en algún interés más que el mío. (Véase la nota acerca del v. 19). como oigo—es decir: “Mis juicios son todos anticipados en el seno de mi Padre, a quien tengo acceso inmediato, y por mí sólo respondidos y contestados. Mis juicios no pueden errar pues, como yo vivo para un solo fin, el de llevar a efecto la voluntad de aquel que me envió.

31. Si yo doy testimonio de mí mismo—estando solo, y creando intereses separados.

32. Otro es el que—es decir, el Padre, como es evidente por la conexión. ¡Cuán brillante resplandece la distinción de las Personas aquí! y sé que el testimonio que da, etc.—“Este es el testimonio del Hijo a la verdad del Padre (véase la nota de los caps. 7:28; 8:26, 55). Testifica al pleno conocimiento de parte del Hijo, aun en los días de su humillación, de la justicia del Padre”. [Alford]. Y así él animaba a su espíritu, cuando estaba bajo la negra nube de la oposición humana que ya estaba juntándose sobre su cabeza.

33-35. Vosotros enviasteis a Juan—(Véase el cap. 1:19, etc.). yo no tomo el testimonio de hombre—es decir, no dependo del testimonio humano. para que vosotros seáis salvos—“Me refiero a él meramente para ayudar a vuestra salvación.”

35. El era antorcha que ardía y alumbraba—lit. “la lámpara ardiente y alumbrante”; es decir, “la gran luz de su día”. Cristo nunca se llama por la palabra humilde dada a Juan—un portalámparas—cuidadosamente escogida para distinguirlo de su Maestro, sino siempre la Luz en el sentido más absoluto. Véase la nota del cap. 1:6. quisisteis … por un poco—es decir, hasta ver que la luz señalaba una dirección en que ellos no estaban preparados a ir. recrearos … a su luz—Hay un juego de ironía aquí, refiriéndose al deleite hueco con que su testimonio los halagaba.

36-38. tengo mayor testimonio—Más bien; “El testimonio que yo tengo, es mayor.” las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí—no simplemente como milagros ni aun como milagro de misericordia, sino estos milagros, como él los hacia, con una voluntad y un poder, una majestad y una gracia manifiestamente suyos propios.

37. el Padre … ha dado testimonio de mí—no refiriéndose, probablemente, a la voz de su bautismo, sino (como parece por lo que sigue) al testimonio de las Escrituras del Antiguo Testamento. [Calvino, Lucke, Meyer, Luthardt, etc.] nunca habéis oído su voz, etc.—nunca le reconocisteis en este carácter. Las palabras son “de propósito misteriosas, como muchas otras que pronunció nuestro Señor” [Stier.]

38. Ni tenéis su palabra permanente en vosotros—pasando ahora del Testigo al testimonio presentado por él en “las palabras de vida”; ambos eran igualmente extraños a sus pechos, como fué manifestado cuando ellos rechazaron a aquel a quien todo el testimonio apoyaba.

39-42. Escudriñad las Escrituras, etc.—“En las Escrituras halláis vuestro mapa de la vida; id, escudriñadlas pues, y hallaréis que yo soy la Gran Carga de su testimonio sin embargo, no queréis venir a mí por aquella vida eterna que profesáis hallar allí, y de la cual os dicen que soy yo el Dispensador nombrado.” (Cf. Hechos 17:11). ¡Cuán tiernas y gratas son estas últimas palabras! Obsérvese aquí: (1) El honor que Cristo da a las Escrituras, como un documento que todos tenemos el derecho y la obligación de escudriñar—lo contrario de lo que la Iglesia de Roma enseña. (2) El extremo opuesto es, confiar en el mero Libro, sin el Cristo vivo, para guiar el alma a quien es el uso principal y la gloria misma del Libro.

41. Gloria de los hombres no recibo—haciendo contraste de su propio anhelo con el de ellos, el de conseguir el aplauso humano.

42. no tenéis amor de Dios en vosotros—el cual os inspiraría un deseo único, el de conocer la mente y la voluntad de él, y de entregaros a él, a pesar de prejuicios y sin mirar las consecuencias.

42-47. si otro viniere, etc.—¡Cuán claramente esto ha sido manifestado en la historia de los judíos! “Desde el tiempo del Cristo verdadero hasta nuestros tiempos, sesenta y cuatro Cristos falsos han sido contados por los cuales ellos han sido engañados” [Bengel.]

44. ¿Cómo podéis vosotros creer, etc.—Véanse las notas acerca de los vv. 40, 41). El “no queréis” del v. 40, y “no podéis” aquí son sólo aspectos diferentes del mismo estado terrible del corazón humano.

45. No penséis que yo os tengo de acusar—Es decir, “Mi mandato aquí no es el de recoger testimonio para condenaros ante el tribunal de Dios”. hay quien os acusa, Moisés—“¡Ay! eso será hecho demasiado bien por otro, y aquél el objeto de todas vuestras jactancias religiosas, Moisés”, puesto aquí por la “Ley”, la base de las Escrituras del Antiguo Testamento.

46. porque de mí escribió él—“un testimonio importante del asunto de todo el Pentateuco—‘de Mi’ ”. [Alford.]

47. si a sus escritos no creéis, etc.—(Véase la nota acerca de Lucas 16:31). sus escritos … mis palabras—un contraste notable, no ensalzando absolutamente las Escrituras del Antiguo Testamento sobre sus palabras, sino señalando a aquellos documentos valiosos para preparar el camino de Cristo, a la necesidad sentida universalmente de testimonio documentario en la religión revelada, y tal vez (como agrega Stier) a la relación que la “letra” comparativa del Antiguo Testamento sostiene a las “palabras” más flúidas de “espíritu y vida” que caracterizan al Nuevo Testamento.

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