Lucas 8:1-56

1 Aconteció después, que él andaba de ciudad en ciudad y de aldea en aldea predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios. Los doce iban con él,

2 y también algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malignos y de enfermedades: María, llamada Magdalena, de la cual habían salido siete demonios;

3 Juana, la mujer de Cuza, administrador de Herodes; Susana, y muchas otras. Ellas les servían con sus bienes.

4 Juntándose una gran multitud y los que de cada ciudad acudían a él, les habló por medio de una parábola:

5 “Un sembrador salió a sembrar su semilla. Mientras sembraba, una parte cayó junto al camino y fue pisoteada; y las aves del cielo la comieron.

6 Otra parte cayó sobre la roca y, cuando creció, se secó porque no tenía humedad.

7 Otra parte cayó entre los espinos, y los espinos crecieron al mismo tiempo y la ahogaron.

8 Y otra parte cayó en buena tierra y, cuando creció, llevó fruto a ciento por uno”. Hablando de estas cosas, exclamó: “El que tiene oídos para oír, oiga”.

9 Sus discípulos le preguntaron qué significaba esta parábola.

10 Y él dijo: “A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del reino de Dios; pero a los demás en parábolas para que viendo no vean, y oyendo no entiendan.

11 “Esta es, pues, la parábola: La semilla es la palabra de Dios.

12 Los de junto al camino son los que oyen pero luego viene el diablo y quita la palabra de sus corazones para que no crean y sean salvos.

13 Los de sobre la roca son los que, cuando oyen, reciben la palabra con gozo. Pero estos no tienen raíz; por un tiempo creen y en el tiempo de la prueba se apartan.

14 En cuanto a la parte que cayó entre los espinos, estos son los que oyeron pero, mientras siguen su camino, son ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y no llegan a la madurez.

15 Pero en cuanto a la parte que cayó en buena tierra, estos son los que, al oír con corazón bueno y recto, retienen la palabra oída y llevan fruto con perseverancia.

16 “Ninguno que enciende una lámpara la cubre con una vasija, o la pone debajo de la cama, sino que la pone sobre un candelero para que los que entren vean la luz.

17 Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado ni nada escondido que no haya de ser conocido y salir en claro.

18 “Miren, pues, cómo oyen; porque a cualquiera que tenga le será dado, y a cualquiera que no tenga, aun lo que piense tener le será quitado”.

19 Vinieron hacia él su madre y sus hermanos, pero no podían llegar a él a causa de la multitud.

20 Entonces se le avisó: — Tu madre y tus hermanos están fuera deseando verte.

21 Pero él, respondiendo, les dijo: — Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios y la hacen.

22 Aconteció en uno de aquellos días que él entró en una barca, y también sus discípulos. Y les dijo: — Pasemos a la otra orilla del lago. Y zarparon.

23 Pero mientras ellos navegaban él se durmió. Entonces se desencadenó una tempestad de viento en el lago, y ellos se anegaban y peligraban.

24 Acercándose a él, lo despertaron diciendo: — ¡Maestro, Maestro! ¡Perecemos! Y despertándose reprendió al viento y al oleaje del agua; y cesaron y se hizo bonanza.

25 Entonces les dijo: — ¿Dónde está la fe de ustedes? Atemorizados, se maravillaron diciéndose los unos a los otros: — ¿Quién es este que manda aun a los vientos y al agua, y le obedecen?

26 Navegaron a la tierra de los gadarenos, que está frente a Galilea.

27 Al bajarse él a tierra, le salió al encuentro un hombre de la ciudad el cual tenía demonios. Desde hacía mucho tiempo no había llevado ropa, ni vivía en una casa sino entre los sepulcros.

28 Pero cuando vio a Jesús, exclamó, se postró delante de él y dijo a gran voz: — ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? ¡Te ruego que no me atormentes!

29 Porque Jesús había mandado al espíritu inmundo que saliera del hombre, pues se había apoderado de él desde hacía mucho tiempo. Para guardarlo, lo ataban con cadenas y con grillos pero, rompiendo las ataduras, era impelido por el demonio a los desiertos.

30 Jesús le preguntó, diciendo: — ¿Cómo te llamas? Y él dijo: — Legión. Porque muchos demonios habían entrado en él;

31 y le rogaban que no los mandara al abismo.

32 Había allí un hato de muchos cerdos que pacía en la montaña; y le rogaron que les dejara entrar en aquellos, y él les dio permiso.

33 Cuando los demonios salieron del hombre, entraron en los cerdos; y el hato se precipitó por un despeñadero al lago y se ahogó.

34 Los que apacentaban los cerdos, al ver lo que había acontecido, huyeron y dieron aviso en la ciudad y por los campos.

35 Y salieron a ver lo que había pasado. Fueron a Jesús y hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado a los pies de Jesús, vestido y en su juicio cabal; y tuvieron miedo.

36 Los que lo habían visto les contaron cómo había sido salvado aquel endemoniado.

37 Entonces toda la multitud de la región de los gadarenos le rogó que se apartara de ellos porque tenían mucho temor. Jesús subió a la barca y regresó.

38 El hombre de quien habían salido los demonios le rogaba que lo dejara estar con él. Pero Jesús le respondió diciendo:

39 — Vuelve a tu casa y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios por ti. Y él se fue proclamando por toda la ciudad cuán grandes cosas Jesús había hecho por él.

40 Al regresar Jesús, toda la gente lo recibió gozosa porque todos lo esperaban.

41 Y he aquí vino un hombre llamado Jairo, que era principal de la sinagoga. Se postró a los pies de Jesús y le imploró que fuese a su casa

42 porque tenía una hija única, de unos doce años, que se estaba muriendo. Mientras él iba, las multitudes lo apretujaban.

43 Y una mujer que padecía de hemorragia desde hacía doce años (la cual, aunque había gastado todo su patrimonio en médicos, no pudo ser sanada por nadie),

44 se le acercó por detrás y tocó el borde del manto de Jesús. De inmediato se detuvo su hemorragia.

45 Entonces dijo Jesús: — ¿Quién es el que me ha tocado? Y como todos negaban, Pedro le dijo: — Maestro, las multitudes te aprietan y presionan.

46 Jesús dijo: — Alguien me ha tocado, porque yo sé que ha salido poder de mí.

47 Entonces, cuando la mujer vio que no había pasado inadvertida, fue temblando y, postrándose delante de él, declaró ante todo el pueblo por qué causa lo había tocado y cómo había sido sanada al instante.

48 Él le dijo: — Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz.

49 Mientras él aún hablaba, vino uno de la casa del principal de la sinagoga para decirle: — Tu hija ha muerto. No molestes más al Maestro.

50 Al oír esto, Jesús le respondió: — No temas; solo cree, y ella será salva.

51 Cuando llegó a la casa, no dejó entrar consigo a nadie sino solo a Pedro, a Juan, a Jacobo, y al padre y a la madre de la niña.

52 Todos lloraban y lamentaban por ella. Pero él dijo: — No lloren. Ella no ha muerto sino que duerme.

53 Ellos se burlaban de él, sabiendo que ella había muerto.

54 Pero él la tomó de la mano y habló a gran voz diciendo: — Niña, levántate.

55 Entonces su espíritu volvió a ella, y al instante se levantó. Y él ordenó que le dieran de comer.

56 Sus padres quedaron atónitos, y él les mandó que a nadie dijeran lo que había sucedido.

UN CIRCUITO GALILEO, CON LOS DOCE Y CIERTAS MUJERES QUE SERVIAN. (En Lucas sólo).

1. él caminaba—“viajaba”, “hacía progreso”—por todas las ciudades y aldeas—o, “por aldeas y pueblitos”—predicando, etc.—el Príncipe de los predicadores itinerantes, que esparcía de cerca y de lejos la semilla del Reino.

2. algunas mujeres … curadas, etc.—sobre quienes él tenía doble derecho por haber traído sanidad a sus cuerpos y vida nueva a sus almas. Atraídas a él por una atracción más que magnética, le acompañaban en esta gira como sus sostenedoras, sirviéndole con sus bienes. ¡Bendito Salvador! ¡Nos enternece verte viviendo del amor de tu pueblo redimido! Que te traigan sus pobres ofrendas, no nos sorprende. Tú les has sembrado cosas espirituales, y ellos creen, como bien pueden creer, cosa pequeña que tú siegues sus cosas carnales (1 Corintios 9:11). Pero ¿tú lo tomas de la mano de ellas, y subsistes de ello? ¡“Oh profundidad de riquezas” de esta pobreza de él! María … Magdalena—es decir, probablemente de Magdala, por lo cual véase Mateo 15:39. habían salido siete demonios—(Marco 16:9). Es una gran injusticia a esta honrada mujer identificarla con la mujer una vez perdida mencionada en el cap. 7:37, y el llamar todas las penitentes semejantes Magdalenas. El error se ha originado al confundir el caso triste de una persona poseída por el demonio, y el de quien conscientemente alberga la impureza diabólica o por suponer que lo uno haya sido infligido como castigo por lo otro, para lo cual no hay fundamento bíblico alguno.

3. Juana, mujer de Chuza, procurador de Herodes—Si este servidor de semejante diablo impío, cruel, libertino como lo era Herodes Antipas, difería mucho de su amo, su puesto no sería fácil ni envidiable. Que fuera discípulo de Cristo es muy improbable, aunque podría estar favorablemente dispuesto para con él. Pero lo que no sabemos de él, y tememos que le faltara, estamos seguros de que lo poseía su esposa. Sanada de “espíritus malos” o de algunas de las enfermedades aquí referidas, las enfermedades ordinarias de la humanidad, ella se une al séquito de los agradecidos y fieles seguidores del Salvador. De “Susana”, mencionada después, nada sabemos sino el nombre, y aquí solamente. Pero los servicios de ella en esta ocasión memorable han inmortalizado de nombre. “Donde quiera que fuere predicado este evangelio en todo el mundo, también esto que ella ha hecho”, en ministrar al Señor de su sustancia en su gira por Galilea, “será dicho para memoria de ella” (Marco 14:9). y otras muchas—es decir, muchas otras mujeres sanadas. ¡Qué séquito! y ¡todas sirviendo al Señor de sus haciendas, y él lo permitía y subsistía de ello! “El que era el sostén de la vida espiritual de su pueblo, no menospreciaba ser sostenido por ellos en el cuerpo. No se avergonzaba de penetrar tanto en el abismo de la pobreza como para vivir de las limosnas del amor. El daba de comer milagrosamente sólo a otros; en cuanto a sí mismo vivía del amor de su pueblo. El lo daba todo a los hombres, sus hermanos, y de ellos lo recibía todo, gozándose pues en las puras bendiciones del amor; el cual es perfecto sólo cuando al mismo tiempo está dando y recibiendo. ¿Quién podría inventar cosas semejantes a éstas? Fué necesario vivir de esta manera, para que fuese escrito” [Olshausen.]

4-18. LA PARABOLA DEL SEMBRADOR. Véase el comentario acerca de Marco 4:3; Marco 4:14.

16. Ninguno, etc.—Véase la nota acerca de Mateo 5:15, de lo cual esto es casi una repetición.

17. Porque no hay cosa, etc.—Véase la nota acerca del cap. 12:2.

18. Mirad pues cómo oís—en Marco 4:24, “Mirad qué oís”. Lo uno da a entender lo otro. El precepto es muy serio. lo que parece tener—o, “cree tener”, en la margen. El “lo que tiene” de Mateo 13:12 (nota acerca de lo cual véase) y este “parece tener”, no son diferentes. Dependiendo flojamente de él, y no apropiado, es de él, y no es de él.

19-21. LA MADRE Y LOS HERMANOS DESEAN HABLARLE, Véanse las notas acerca de Marco 12:46.

22-25. CRUZANDO EL LAGO, JESUS CALMA LA TEMPESTAD. Véanse las notas acerca de Mateo 8:23, v Marco 4:35.

23. henchían—lit., “estaban siendo llenados”, es decir, los navegantes, dando a entender que el barco estaba lleno.

26-39. EL ENDEMONIADO DE GADARA SANADO.—Véanse las notas acerca de Mateo 8:28, y Marco 5:1.

40-56. LA HIJA DE JAIRO RESUCITADA, Y EL FLUJO DE SANGRE SANADO. Véanse las notas acerca de Mateo 9:18, y Marco 5:21.

40. recibióle la gente; porque todos le esperaban—La abundante enseñanza de aquel día (en Mateo cap. 13; y véase Marco 4:36) sólo había abierto el apetito de la gente; contrariados, según parece, porque él los había dejado en la tarde para cruzar el lago, ellos se quedaron en la playa habiendo tenido alguna insinuación, probablemente de alguno de sus discípulos, de que Jesús volvería en la tardecita. Tal vez ellos presenciaban a la distancia el apaciguamiento de la tempestad. Aquí están, por lo menos, esperando su regreso, y dándole la bienvenida a la llegada en la costa. La marea de su popularidad ahora está subiendo rápidamente.

45. ¿Quién es el que me ha tocado?—“¿Preguntas, Señor, quién te tocó? Mejor sería preguntar: Quién no te tocó en semejante gentío.”

46. Me ha tocado alguien—sí, la multitud “le apretaba”, “empujaban contra él”, pero del todo involuntariamente, pues eran llevados por la muchedumbre; pero alguien, una persona sola “me ha tocado”, con un tacto consciente, voluntario de fe, alcanzando la mano para tener el contacto con él. A esta persona y a esta sola reconoce y busca Jesús. Es aun así, como dijo Agustín hace mucho tiempo: las multitudes todavía de la misma manera llegan cerca de Cristo por los medios de la gracia, pero sin ningún propósito, siendo llevadas por el gentío. El contacto voluntario, vivo, de la fe, es aquel conductor eléctrico que sólo saca de él la virtud.

47. declaróle delante de todo el pueblo—esto, aunque fué una prueba grande para el pudor de la humilde mujer, fué precisamente lo que Cristo quería oír de ella, un testimonio público a los hechos del caso, tanto acerca de su enfermedad y los esfuerzos infructuosos por un remedio, como del alivio instantáneo y perfecto que le había traído su contacto con el gran Médico.

55. le diesen de comer—Véase la nota acerca de Marco 5:43.

Continúa después de la publicidad