Mateo 3:1-17

1 En aquellos días apareció Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea

2 y diciendo: “¡Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos se ha acercado!”.

3 Pues este es aquel de quien fue dicho por medio del profeta Isaías: Voz del que proclama en el desierto: “Preparen el camino del Señor; enderecen sus sendas”.

4 Juan mismo estaba vestido de pelo de camello y con un cinto de cuero a la cintura. Su comida era langostas y miel silvestre.

5 Entonces salían a él Jerusalén y toda Judea y toda la región del Jordán

6 y, confesando sus pecados, eran bautizados por él en el río Jordán.

7 Pero cuando Juan vio que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: “¡Generación de víboras! ¿Quién les enseñó a huir de la ira venidera?

8 Produzcan, pues, frutos dignos de arrepentimiento;

9 y no piensen decir dentro de ustedes: ‘A Abraham tenemos por padre’. Porque yo les digo que aun de estas piedras Dios puede levantar hijos a Abraham.

10 El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles. Por lo tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego.

11 Yo, a la verdad, los bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene después de mí, cuyo calzado no soy digno de llevar, es más poderoso que yo. Él les bautizará en el Espíritu Santo y fuego.

12 Su aventador está en su mano, y limpiará su era. Recogerá su trigo en el granero y quemará la paja en el fuego que nunca se apagará”.

13 Entonces Jesús vino de Galilea al Jordán, a Juan, para ser bautizado por él.

14 Pero Juan procuraba impedírselo diciendo: — Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?

15 Pero Jesús le respondió: — Permítelo por ahora, porque así nos conviene cumplir toda justicia. Entonces se lo permitió.

16 Y cuando Jesús fue bautizado, en seguida subió del agua, y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma y venía sobre él.

17 Y he aquí, una voz de los cielos decía: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”.

LA PREDICACION Y EL MINISTERIO DE JUAN. (Pasajes paralelos, Marco 1:1; Lucas 3:1). Para hacer una introducción adecuada a esta sección, debemos acudir a Lucas 3:1. En este pasaje, como Bengel correctamente lo observa, la cortina del Nuevo Testamento se descorre y la principal de todas las épocas de la iglesia comienza. Aun la edad de nuestro Señor está determinada aquí (Lucas 3:23). En ninguna otra parte del Nuevo Testamento se encuentra una claridad cronológica tan precisa, y es muy adecuado que provenga de Lucas, pues él mismo dijo, refiriéndose a su Evangelio, que lo había escrito “después de haber entendido todas las cosas desde el principio con diligencia” (Lucas 1:3). En este punto evidentemente comienza su propia narración. Vers. 1. “Y en el año quince del imperio de Tiberio César”, no en el año 15 de su pleno reinado después de la muerte de Augusto, sino contando desde la época cuando él estuvo asociado con Augusto en el gobierno del imperio, tres años antes, más o menos al final del año 779 de Roma, o sea unos 4 años antes de la fecha indicada por los cálculos acostumbrados. “Siendo gobernador de Judea Poncio Pilato”. Su título exacto era Procurador, pero con un poder mayor que el que generalmente se asignaba a ese puesto. Después de ejercerlo durante unos diez años, fué llamado a Roma para responder a los cargos que contra él se habían presentado; pero antes de que llegara Pilato murió Tiberio (año 35 D. de C.), y un poco después el miserable Pilato se suicidó. “Y Herodes tetrarca de Galilea (Véase Nota, Marco 6:14), y su hermano Felipe”—un Felipe distinto y superior a aquel cuyo nombre era Herodes Felipe y cuya esposa Herodías fué a vivir con Herodes Antipas (véase Nota, Marco 6:17). “Tetrarca de Iturea”—situada al nordeste de Palestina, llamada así de Itur o Jetur, hijo de Ismael (1 Crónicas 1:30), y que antiguamente pertenecía a la media tribu de Manasés. “Y de la provincia de Traconite”—situada un poco más al nordeste entre Iturea y Damasco, un distrito rocoso infestado de bandoleros, y que Augusto había entregado a Herodes el Grande para que lo mantuviese en orden. “Y Lisanias tetrarca de Abilinia”—más al nordeste aún, así llamada, dice Robinson, de un lugar llamado Abila, dieciocho millas distante de Damasco. Vers. 2. “Siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás”—El primero, aunque había sido dispuesto, retuvo mucho de su influencia, y probablemente, en su calidad de Sagán o diputado, ejercía buena parte del poder del sumo sacerdocio junto con Caifás su yerno (Juan 18:13; Hechos 4:6). En la época de David, tanto Zadoc como Abiatar actuaban como sumos sacerdotes (2 Samuel 15:35), y parecía ser una práctica fija el tener dos (2 Reyes 25:18). “Vino palabra del Señor sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto”—Esta manera de hablar nunca se emplea con referencia a Jesús, debido a que él mismo era la Palabra Viviente, mientras que para los demás, usados por Dios como sus mensajeros, la palabra que ellos hablaban era un elemento extraño. (Véase Nota, Juan 3:31). Estamos ahora preparados para las palabras iniciales de Mateo.

1. En aquellos días—de la vida recluída que Jesús pasó en Nazaret, donde el capítulo anterior lo había dejado. vino Juan el Bautista predicando—unos seis meses antes que su Maestro. en el desierto de Judea—el valle desierto de Jordán, muy poco poblado y privado de pastoreo, un poco al norte de Jerusalén.

2. Y diciendo: Arrepentíos—Aunque la palabra estrictamente denota un cambio de mente, tiene referencia aquí, y en todo otro lugar donde se usa con referencia a la salvación, primeramente a ese sentido de pecado que conduce al pecador a huir de la ira venidera, a buscar ayuda sólo de arriba y ansiosamente a aceptar el remedio provisto. que el reino de los cielos se ha acercado—Esta sublime figura, que no es usada en ninguno de los otros Evangelios, aparece casi treinta veces en este Evangelio peculiarmente judaico. Y siendo sugerida por la gran visión que tuvo Daniel del Hijo del Hombre, quien venía en las nubes del cielo y llegaba hasta el Anciano de grande edad para recibir su investidura en un reino mundial (Daniel 7:13), era adecuada al mismo tiempo, tanto para representar las esperanzas nacionales como para encaminarlas por el verdadero cauce. Un reino para el cual el arrepentimiento era la preparación adecuada, tenía que ser esencialmente espiritual. La liberación del pecado, que es la grande bendición del reino de Cristo (cap. 1:21), no puede ser apreciada sino por aquellos para quienes el pecado es una carga (cap. 9:12). La gran obra de Juan, por lo tanto, era la de despertar este sentimiento y presentar la esperanza de un rápido y precioso remedio.

3. Porque éste es aquel del cual fué dicho por el profeta Isaías, que dijo [cap. 11:3]. Voz de uno que clama en el desierto [véase Nota, Lucas 3:2]—La escena de su ministerio corresponde a su naturaleza ruda. Aparejad el camino del Señor, enderezad sus veredas—Esta predicción se cita en los cuatro Evangelios, mostrando así que era considerada como grande y sobresaliente, y que el precursor profetizado era como un eslabón entre la dispensación antigua y la nueva. El Príncipe de Paz, como los grandes de la tierra, había de tener su próxima venida proclamada y el camino preparado; y la llamada que aquí se hace, tomándola en general, es una llamada a quitar del camino todo aquello que obstruya su progreso y estorbe su completo triunfo, ya sea que se tratase de obstáculos públicos o personales, externos o internos. En Lucas (Lucas 3:5) la cita continúa como sigue: “Todo valle se henchirá, y baíaráse todo monte y collado; y los caminos torcidos serán enderezados, y los caminos ásperos allanados; y verá toda carne la salvación de Dios”. El nivelar caminos y dejarlos llanos son figuras lógicas cuyo sendo se expresa en las primeras palabras de esta proclama: “Preparad el camino del Señor”. La idea es que todo obstáculo ha de ser completamente quitado a fin de revelar al mundo la salvación de Dios en Aquel cuyo nombre es “Salvador”. (Compárese Salmo 98:3; Isaías 11:10; Isaías 49:6; Isaías 52:10; Lucas 2:31; Hechos 13:47).

4. Y tenía Juan su vestido de pelos de camellos—es decir, tejido con ese material. y una cinta de cuero alrededor de sus lomos—La vestidura profética de Elías (2 Reyes 1:8, y véase Malaquías 13:4). y su comida era langostas—La bien conocida y de gran tamaño langosta oriental, alimento de los pobres (Levítico 11:22). y miel silvestre—producida por abejas silvestres (1 Samuel 14:25). La vestidura de Juan, su alimento y su potente voz en el desierto, harían recordar los días austeros de Elías.

5. Entonces salía a él Jerusalem, y toda Judea, y toda la provincia de alrededor del Jordán—Desde el centro metropolitano hasta los extremos de la provincia de Judea, la voz de este gran predicador del arrepentimiento y heraldo del Mesías que se acercaba, atrajo multitudes de penitentes llenos de una ansiosa expectativa.

6. Y eran bautizados de él en el Jordán, confesando [posiblemente en voz alta] sus pecados—Este bautismo era a la vez un sello público de la necesidad que sentían de ser librados del pecado, de su esperanza en el libertador que se acercaba, y de su disposición para darle la bienvenida en cuanto apareciese. El bautismo en sí causaba asombro, y con este propósito se había instituído. Ellos estaban bien familiarizados con el bautismo de prosélitos al cual se sometían los que se convertían del ateísmo; pero este bautismo en que judíos eran bautizados, era nuevo y extraño para ellos.

7. Y viendo él muchos de los Fariseos y de los Saduceos, que venían a su bautismo, decíales—asombrado de semejante espectáculo. Generación de víboras—“Nidada de víboras”, expresando la influencia mortífera de ambas sectas sobre la comunidad. A pesar de que su espíritu y sus principios religiosos eran mutua y enteramente antagónicos, el austero profeta culpa a ambas sectas de ser envenenadoras de los principios religiosos de la nación. En los caps. 12:34 y 23:33, este lenguaje fuerte del bautista es usado de nuevo por Jesús, el Testigo fiel y verdadero, refiriéndose a los fariseos específicamente: el único partido que tenía suficiente celo para difundir activamente este veneno, ¿quién os ha enseñado—La idea es, ¿quién os dió la sugestión? a huir de la ira que vendrá?—“¿Qué os ha hecho venir acá?” Juan sospechaba que no eran tanto sus inquietudes espirituales como la popularidad de su movimiento lo que los había traído. ¡Qué expresión esta: “la ira que vendrá”! La “ira” de Dios en las Escrituras significa el disgusto justiciero de Dios contra el pecado y consecuentemente contra todo aquel en quien se halla alguna forma de pecado, disgusto provocado por la oposición esencial y eterna de su naturaleza contra todo mal moral. A esto se llama “la ira que vendrá”, no porque se refiera únicamente al futuro—ya que, siendo una sentencia merecida, recae sobre el pecador, y sus efectos, tanto internos como externos, se experimentan en alguna forma ahora mismo—sino porque el pecador impenitente no será alcanzado por la ira de Dios, no será sentenciado por ella pública e irrevocablemente, ni experimentará sus funestos resultados, sin esperanza alguna, hasta que venga “el juicio del gran día”. Mirada de esta manera, se trata de una ira que pertenece del todo al futuro, como está indicado en la forma de expresión tan marcadamente diferente empleada por el apóstol en 1 Tesalonicenses 1:10. Esto no significa que aun los verdaderos penitentes se sometían al bautismo de Juan conociendo todos estos puntos de vista tocante a “la ira que vendrá”. Lo que quiere decir Juan es que éste era el verdadero significado del paso. Desde este punto de vista ¡cuán llamativa es la palabra que él emplea para expresar ese paso! huir como uno que, viendo una ola de fuego que avanza rápidamente, recurre a una rápida huída para escaparse.

8. Haced pues frutos—la leccíon correcta es “fruto”. dignos de arrepentimiento—El fruto que corresponde a un verdadero penitente. Juan, ahora que posee el talento para conocer el corazón humano, como un verdadero ministro de justicia que siente amor por las almas, les indica cómo deben arrepentirse y producir las evidencias correspondientes, dando por sentado que sea un arrepentimiento genuino; y en los siguientes versículos les advierte el peligro en caso de que no sea una experiencia genuina.

9. Y no penséis decir dentro de vosotros: A Abraham tenemos por padre—ese fundamento sobre el cual la nación fatalmente descansaba; esa roca que al fin causó división entre ellos mismos. porque yo os digo, que puede Dios despertar hijos a Abraham aun de estas piedras—Es decir, no os hagáis ilusiones de que Dios os necesite para cumplir su promesa de dar simiente a Abrahán, porque os declaro que aunque todos vosotros perezcáis, Dios es capaz de levantar a Abrahán simiente de estas piedras, como lo fué al tomar al mismo Abrahán de la piedra de donde fué cortado y de la caverna de la fosa de donde fué arrancado (Isaías 51:1). Aunque el austero predicador al hablar tal vez señalase las piedras de los desnudos cerros arcillosos que se hallaban en las inmediaciones (según Stanley, en su libro Sinaí y Palestina), sin duda se refería al llamamiento a los gentiles, quienes entonces estaban como piedras muertos en sus pecados y tan inconscientes como ellas, a ocupar el lugar de Israel incrédulo y desheredado. (véase cap. 21:43; Romanos 11:20, Romanos 11:30).

10. Ahora, ya también la segur está puesta a la raíz de los árboles—como si estuviera lista para cortar; una figura expresiva de un próximo juicio que sólo se podría evitar de la manera que a continuación se describe. y todo árbol que no hace buen fruto, es cortado y echado en el fuego—Un lenguaje tan personal e individual como éste apenas puede referirse a un juicio nacional, como la cercana destrucción de Jerusalén, que dió por resultado la destrucción de la nacionalidad judía con la consiguiente pérdida, por parte del pueblo escogido, de los privilegios peculiares de esa nacionalidad; aunque este hecho podría servir como un reflejo de la retribución más terrible que había de venir. El “fuego” que en otro versículo se califica como “que nunca se apagará”, no puede ser otra cosa sino ese “tormento” futuro de los impenitentes, cuyo “humo asciende por siempre jamás” y que el propio Juez califica de “castigo eterno” (Mateo 25:48). ¡Qué fuerza de justa indignación hay en esa palabra “echado”, o sea, “arrojado en el fuego”! El tercer evangelio. en el cap. 3:10-16, añade tocante a este punto los siguientes datos significativos: Vers. 10. “y las gentes”—o sean las multitudes, “le preguntaban, diciendo: ¿Pues qué haremos?”—Es decir, para mostrar la sinceridad de nuestro arrepentimiento. Vers. 11. “Y respondiendo, les dijo: El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer”—es decir, provisiones o víveres, “haga lo mismo”—Estas palabras están dirigidas contra la general avaricia y el egoísmo del pueblo. (Compárense los correspondientes preceptos del Sermón del Monte, cap. 5:40-42). Vers. 12. “Y vinieron también publicanos para ser bautizados, y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos?”—¿De qué manera especial se manifestará lo genuino de nuestro arrepentimiento? Vers. 13. “Y él les dijo: No exijáis más de lo que os está ordenado”—Esto está dirigido contra la extorsión que convirtió la palabra publicano en apodo. (Véase cap. 5:46; Lucas 15:1). Vers. 14. “Y le preguntaron también los soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos?”—La referencia es a soldados en pleno servicio. “Y les dice: No hagáis extorsión a nadie”—La palabra quiere decir “sacudir fuertemente”, y se refiere probablemente a la extorsión de dinero o de propiedades. “Ni calumniéis”—sirviendo de informantes maliciosa y frívolamente, o sobre falsos pretextos. “Y contentaos con vuestras pagas”—o raciones. Podemos tomar este dicho, dicen Webster y Wilkinson, como una advertencia en contra del motín que los oficiales procuraban apaciguar mediante largueza y donaciones. De modo que los “frutos”, que habían de ser evidencia de su arrepentimiento, consistían en resistir los pecados comunes, particularmente los de la clase a la cual el penitente perteneciese, y la manifestación de un espíritu opuesto. Vers. 15. “Y estando el pueblo esperando” en un estado de excitación esperando algo nuevo, “y pensando todos de Juan en sus corazones, si él fuese el Cristo”—o más bien, si pudiera él ser el Cristo. La estructura de esta cláusula da a entender que ellos apenas lo podrían pensar pero no podían dejar de preguntarse a sí mismos si no podría ser él; con lo cual se muestra cuánto éxito había tenido en despertar la expectativa mesiánica de una pronta venida, y la alta estimación y aun reverencia que su carácter imponía. Vers. 16. “Respondió Juan”—bien sea a aquella comisión enviada desde Jerusalén, de la cual leemos en Juan 1:19, o en alguna otra ocasión, para borrar impresiones ofensivas en contra de su bendito Maestro, que él sabía estaban ganando popularidad entre el pueblo. “diciendo a todos”—en solemne declaración. (Volvemos ahora al primer Evangelio.)

11. Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento [Véase Nota, v. 6]; mas el que viene tras mí, más poderoso es que yo—En Marcos y Lucas esto es aún más enfático: “mas viene quien es más poderoso que yo,” los zapatos [o sandalias] del cual yo no soy digno de llevar—Las sandalias eran atadas y desatadas, y llevadas de una parte a otra, por les sirvientes más humildes. él os bautizará—“El” recibe énfasis; él, y ningún otro, os bautizará. en Espíritu Santo—Lejos de acariciar el pensamiento de pretender los honores dignos del Mesías, los servicios más humildes que yo pudiera prestar al que es más poderoso que yo, son un alto honor para mí; yo no soy más que el siervo, mas el Señor está por llegar; yo no administro sino el símbolo externo de la purificación; él, sin embargo, tiene la prerrogativa de obrar el verdadero cambio interior. ¡Hermoso espíritu que siempre distingue a este siervo de Cristo! y en fuego—Mirar este bautismo como uno distinto al del Espíritu, o sea un bautismo de los no arrepentidos can fuego del infierno, es algo fuera de lo normal. Sin embargo, ésta era la idea de Orígenes entre los “padres” y de Neander, Meyer, De Wette y Lange. entre los modernos. No ayuda mucho tampoco el pensar en que este fuego se refiere al del último día, cuando la tierra y las obras que hay en ella serán quemadas. En nuestro concepto, se trata del carácter flamígero de la obra del Espíritu en el alma, que escudriña, consume, refina y sublima; y es así como casi todos los buenos intérpretes entienden estas palabras. En dos cláusulas sucesivas los dos emblemas más familiares, el agua y el fuego, se emplean para destacar la misma operación purificadora del Espíritu Santo en el alma.

12. Su aventador en su mano está—listo para ser usado. Esto no es sino la predicación del evangelio, que aunque está ahora en sus comienzos, su efecto sería el de separar lo sólido de lo espiritualmente inútil, como ocurre con el trigo ante el aventador que lo separa de la paja. (Compárese una representación similar en Malaquías 3:1). y aventará su era—es decir, la iglesia visible. y allegarà su trigo—Sus santos fieles y sinceros; asi llamados por su permanente valor (compárese Amós 9:9; Lucas 22:31). en el alfolí—“el reino de su padre”; como el alfolí es hermosamente explicado en la Parábola del Trigo y la Cizaña (cap. 13:30, 43). y quemará la paja—personas que meramente profesan ser religiosas, pero vacías e inútiles, carentes de carácter y de sólidos principios religiosos (véase Salmo 1:4). en fuego que nunca se apagará—Es notable la fuerza de esta aparente contradicción de figuras: el ser quemado, pero con un fuego que nunca se apaga. La primera figura: la completa destrucción de lo que constituye la vida real de cada ser; la otra, la continua y consciente existencia en esa terrible condición. Lucas añade los siguientes datos importantes en el cap. 3:18-20: Vers. 18. “Y amonestando, otras muchas cosas también anunciaba al pueblo”—Esto demuestra que aquí no tenemos más que un resumen de sus enseñanzas. Además en Juan 1:29, Juan 1:33; Juan 3:27; se halla una alusión incidental tocante a Juan el Bautista, en el sentido de haber enseñado a sus discípulos a orar (Lucas 11:1), de lo cual ni una palabra se dice en ninguna otra parte, lo cual muestra cuán variada fué su enseñanza. Vers. 19. “Entonces Herodes el tetrarca, siendo reprendido por él a causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano, y de todas las maldades que había hecho Herodes”—En esta última cláusula que sólo se menciona aquí, encontramos un hecho muy importante que muestra cuán completa fué la fidelidad de Juan el Bautista a su oyente real, y cuán fuerte tiene que haber sido la acción de la conciencia en aquel esclavo de la pasión, cuando no pudiendo resistir a tal franqueza, “hacía muchas cosas, y le oía (a Juan) de buena gana” (Marco 6:20). Vers. 20. “Añadió también esto sobre todo, que encerró a Juan en la cárcel”. Sin embargo, esta prisión de Juan no tuvo lugar sino un tiempo después, pero se menciona aquí meramente debido a que el evangelista no tenía la intención de volver sobre esa historia hasta que tuviese ocasión de relatar el mensaje que el Bautista envió a Cristo desde su prisión en Macaerus (Lucas 7:18, sig.).

13-17. EL BAUTISMO DE CRISTO Y LA INMEDIATA VENIDA DEL ESPIRITU SANTO SOBRE EL. (Relato paralelo en Marco 1:9; Lucas 3:21; Juan 1:31). El Bautismo de Cristo (vv. 13-15).

13. Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado de él—Moisés temerariamente esperó el llamamiento divino para libertar a su pueblo, y por esta razón tuvo que huir de la casa de esclavitud y esperar en obscuridad durante cuarenta años (Éxodo 2:11, sig.). No le ocurrió lo mismo a éste que es mayor que Moisés. Jesús había pasado treinta años de vida privada en Nazaret, madurando gradualmente para su obra pública, y esperando con calma el tiempo señalado por el Padre. El tiempo había llegado; y este paso que lo trajo desde Galilea hasta el Jordán es, sin duda alguna, el de mayor interés para el cielo desde aquel primer paso que lo trajo a este mundo. Lucas (Éxodo 3:21) tiene esta importante adición: “Y aconteció que como todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fué bautizado”, dando a entender que Jesús esperó hasta que todos los que deseaban bautizarse aquel día fueran bautizados, sin adelantarse, para no ser tomado meramente como uno de la multitud. Así como al entrar en Jerusalén cabalgó sobre un asno, “en el que ningún hombre se ha sentado jamás” (Lucas 19:30), y fué puesto en un sepulcro “en el cual ningún hombre había sido colocado” (Juan 19:41), del mismo modo en su bautismo también, “se separó de los pecadores”

14. Mas Juan lo resistía mucho—o más bien, “estaba por impedírselo” o “tratando de impedírselo”—diciendo: Yo he menester ser bautizado de ti, ¿y tú vienes a mí?—(Para saber cómo Juan vino a conocerlo, cuando él mismo dice que no lo conocía, véase Juan 1:31). El énfasis en este extraordinario discurso se halla en los pronombres. Como si dijera Juan: “¿Qué? ¿Vendrá el Señor a su siervo para ser bautizado? ¿El Salvador sin pecado recurrirá al pecador?” Que esto se halla implícito en las palabras del Bautista, se puede ver claramente si se observa que él evidentemente miraba a Jesús mismo como si no necesitase de ninguna purificación, sino que estaba más bien en condiciones de impartirla a los que la necesitaban. Y los demás testimonios de él a Cristo ¿no dan el mismo sentido a las palabras de Juan? Pero sería una lástima si, en la gloria de este testimonio acerca de Cristo, perdiésemos de vista el hermoso espíritu con que Juan asumió esta tarea. “Señor, ¿debo yo bautizarte a ti? ¿Puedo vo convencerme de que debo hacer tal cosa?” Esta expresión de Juan nos hace pensar en la exclamación de Pedro en ocasión de la última cena: “¿Señor, me lavas los pies?”, aunque nuestro pasaje no contiene nada de la falsa humildad y presunción que dictaron las palabras que Pedro en seguida pronunció: “No me lavarás los pies jamás” (Juan 13:6, Juan 13:8).

15. Empero respondiendo Jesús le dijo: Deja ahora—“Permite que sea así por el momento”; es decir, “Tú te sorprendes, y con razón, porque la aparente incongruencia es sorprendente; pero en el caso presente haz como yo te ordeno”. porque así nos conviene—“nos”, no en el sentido de tú y yo, ni refiriéndose a los hombres en general, sino como se entiende en Juan 3:11. cumplir toda justicia—Si esto se traduce, como lo hace Scrivener, “cada ordenanza”, o como lo hace Campbell, “cada estatuto”, el significado es suficientemente obvio; y el mismo sentido aparece en la frase “toda justicia”, o sea, cumplir con todo lo ordenado, inclusive el bautismo. En verdad, si este es el significado, probablemente nuestra versión expresa mejor el sentido de la primera palabra “empero”. Pero nos inclinamos a pensar que el Señor quiso significar más que eso. Aparentemente, la circuncisión y el bautismo tienen radicalmente la misma significación. Y si lo que hemos dicho acerca de la circuncisión de nuestro Señor (Véase Nota, Lucas 2:21), está bien fundado, probablemente él quiso decir: “De esta manera me comprometo a ponerme bajo la justicia de la ley, y así, simbólicamente, me propongo a cumplirla toda”. El lector puede pesar el significado de todo esto. Entonces le dejó—con verdadera humildad. cediendo a una autoridad superior y haciendo a un lado sus conceptos de rectitud.

La venida del Espíritu Santo sobre el Redentor bautizado (vv. 16, 17).

16. Y Jesús, después que fué bautizado, subió luego del agua—Marcos tiene “de entre el agua”. Lucas agrega (Lucas 3:21): “y orando”, lo cual es una importante afirmación. ¿Puede haber alguna duda tocante al contenido de aquella oración? Fué una oración probablemente pronunciada cuando aun se encontraba dentro del agua, su bendita cabeza sumergida en aquel elemento bautismal; una oración que posiblemente continuó al salir del agua y al pisar tierra seca. Con su tarea frente a él pensaba en la necesidad del Espíritu Santo que pronto descansaría sobre él y en la gloria que recibiría su Padre quien lo había enviado. ¿No llenaría esto su corazón y hallaría consuelo al invocar a Dios en términos semejantes a éstos?: “He aquí, vengo y me deleito en hacer tu voluntad, oh Dios. Padre, glorifica tu nombre. Muéstrame una señal definida. Deja que el Espíritu del Señor Dios venga sobre mí, y predicaré el evangelio a los pobres, y sanaré a los quebrantados de corazón, y conduciré el juicio a la victoria”. y he aquí los cielos le fueron abiertos—mientras hablaba. Marcos dice: “vió abrirse los cielos”. y vió al Espíritu de Dios que descendía—es decir, sólo él y su distinguido siervo, como éste mismo nos lo dice en Juan 1:32. Los espectadores aparentemente no vieron nada. como paloma, y venía sobre él—Lucas dice: “En forma corporal, como paloma” (Lucas 3:22); es decir, el bendito Espíritu, asumiendo la forma corporal de una paloma, descendió sobre su sagrada cabeza. Pero ¿por qué en forma de paloma? El uso que las Escrituras hacen de este emblema, será nuestra guía. “Mas una es la paloma mía, la perfecta mía”, dice el Cantar de los Cantares (Lucas 6:9). Aquí la palabra paloma está usada como símbolo de pureza y castidad. Cristo mismo dice: “Sed inofensivos como palomas” (Mateo 10:16). Aquí se encuentra la misma idea de que son inofensivas hacia los seres humanos. La expresión “conciencia sin remordimiento acerca de Dios y acerca de los hombres” que se encuentra en Hechos 24:16, expresa ambas cosas. Además, cuando leemos en el Cantar de los Cantares (Hechos 2:14): “Paloma mía, que estás en los agujeros de la peña, en lo escondido de escarpados parajes (véase Isaías 60:8), muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz; porque dulce es la voz tuya, y hermoso tu aspecto”, encontramos una admirable descripción de lo que es la modestia, la mansedumbre, y la gentileza. En una palabra, sin hacer alusión al histórico emblema de la paloma que voló de regreso al arca trayendo en el pico la hoja de olivo de la paz (Génesis 8:11), al leer (Salmo 68:13) “Seréis como las alas de la paloma cubierta de plata y sus plumas con amarillez de oro”, encontramos que la paloma es un emblema de belleza. ¿No fué descrito así aquel “santo, inocente, limpio, apartado de los pecadores?”: “Haste hermoseado más que los hijos de los hombres; la gracia se derramó en tus labios; por tanto Dios te ha bendecido para siempre!” (Salmo 45:2) Pero el cuarto Evangelio nos da aquí un poco más de información, la cual está basada en la autoridad de uno que fué testigo ocular de este acontecimiento: “Y Juan dió testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y reposó sobre él”.—Y para que nadie fuese a pensar que esto era algo accidental, agrega que este último detalle fué añadido expresamente como parte de la señal por medio de la cual él habría de reconocer e identificar al Hijo de Dios: “Y yo no le conocía; mas el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien vieres descender el Espíritu, y que reposa sobre él, éste es el que bautiza con Espíritu Santo. Y yo le vi, y he dado testimonio que éste es el Hijo de Dios” (Juan 1:32). Y cuando comparamos este acontecimiento con la profecía tocante a la venida del Espíritu Santo sobre el Mesías (Isaías 11:2) que dice: “Y reposará sobre él el espíritu de Jehová”, no podemos dudar de que lo que estaba aquí visiblemente manifestado era este reposo perfecto y permanente del Espíritu Santo sobre el Hijo de Dios, en su capacidad oficial.

17. Y he aquí una voz de los cielos que decía: Este es—Marcos y Lucas lo expresan en una forma directa: “Tú eres”—mi Hijo amado, en el cual tengo contentamiento—En el texto griego el verbo está en el tiempo aoristo para expresar complacencia absoluta, y significa que Dios se había complacido y se seguiría complaciendo en él. “En el cual me deleito”, se aproxima quizá más a aquella inefable complacencia a la cual sin duda se hace referencia; y esta interpretación es la que se debe preferir, pues conduce de inmediato nuestros pensamientos hacia la augusta profecía mesiánica a la cual claramente aludía la voz del cielo (Isaías 42:1): “He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma toma contentamiento”. Tampoco deben pasar inadvertidas las palabras que siguen: “He puesto sobre él mi Espíritu, dará juicio a las gentes”. (La Versión de los Setenta pervierte ésta, así como casi todas las predicciones mesiánicas, interpolando la palabra “Jacob” y aplicándola a los judíos). ¿Fué oída esta voz por los espectadores? Según el relato de Mateo uno podría suponer que con este fin se había dejado oír; pero parecería que no fué así, y, probablemente, sólo Juan oyó y vió alguna cosa peculiar respecto a aquel gran bautismo. Por lo tanto, las palabras “a él oíd”, no se añaden, como en el caso de la transfiguración.

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