San Pablo les da más instrucciones sobre cómo hacer un uso correcto de estos dones, de profetizar, de interpretar y, especialmente, de hablar en lenguas. Está lejos de condenar el don de hablar en lenguas, en las circunstancias adecuadas, sino solo el uso indiscreto o el abuso de él. Esto es evidente en el versículo 5, quisiera que todos hablaran en lenguas, pero que profetizaran. Él culpa a esas asambleas y reuniones (ver.

23.) cuando todos los presentes hablan juntos en lenguas, por lo que los infieles que vinieron allí, y debían ser instruidos, no entendieron nada. Él permite que en sus reuniones dos o tres (ver. 27) hablen lenguas, siempre que alguna otra persona las interprete. También ordena que sólo dos o tres profetas hablen en una reunión, y por turnos, para evitar confusión, para que los presentes puedan ser edificados, exhortados e instruidos. (Witham)

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