En el. El Samaritano, la Septuaginta y San Pablo (Gálatas 3, 10) leen, en todas las palabras, etc., que probablemente deben entenderse de los puntos principales de la ley, especificados en los versículos anteriores. (Calmet) Ver ver. 4. --- Los judíos no podrían sacar ventaja de la omisión de la palabra todos, ya que la proposición general sería equivalente. (Capellus.) --- Algunos opinan que las bendiciones que Moisés ordenó que se proclamaran, eran el reverso de estas maldiciones, ver.

12. Pero, ¿es verdaderamente bienaventurado aquel hombre que observa un punto de la ley, mientras que quizás transgrede el resto? A este paso, el mismo hombre podría ser bendecido y maldecido al mismo tiempo. (Kennicott) --- Es más probable, por tanto, que se expresen en el siguiente capítulo, donde previamente se requiere la observancia de todos los mandamientos. Las maldiciones se denuncian indefinidamente, para implicar que aquellos que transgreden la ley, deben comparecer ante un Juez infalible, para recibir un castigo adecuado en la eternidad por sus pecados que claman contra la ley, que fue dada en el monte Horeb, cap.

xxix. 1. Contra tales criminales se dirigen las maldiciones precedentes. Pero los que se registran en el capítulo siguiente, son de naturaleza temporal y deben ser infligidos públicamente sin demora sobre aquellos que rehúsan adherirse al servicio del Señor. "Dios había hecho tal pacto con los israelitas, dice Houbigant, que él mantendría su república durante tanto tiempo como ellos adorarían al Dios verdadero". (Haydock) --- Las maldiciones anteriores pueden referirse a los diez mandamientos; ver.

15, denuncia la venganza contra todos los que transgreden la primera tabla de la ley, que se refiere a Dios; ver. 16, sanciona el honor debido a los padres; ver. 18, 24 y 25, condenan a quienes hieren o matan; como ver. 20, 21, 22 y 23, los que son culpables de impureza; ver. 17, maldice a los ladrones; y ver. 19, los que dan falso testimonio; ver. 26, pretende ser una sanción general de la ley, ya que los dos últimos mandamientos aseguran su observancia de la manera más eficaz, al prohibir incluso el pensamiento o el deseo de hacer el mal. Véase Kennicott, Dis. ii. pag. 86. (Haydock)

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