REFLEXIONES

Cuán dulces y reconfortantes son para mi alma las opiniones de JESÚS, como sumo sacerdote y altar, y como ofrenda de mi corazón, en el momento en que leo las acusaciones solemnes de la ley de DIOS y la terrible pena de la desobediencia. En verdad, mi alma no puede sino suscribir con pleno consentimiento a la justicia de DIOS, en todas estas sentencias de maldiciones sobre la infracción de su santa ley; mientras mi corazón vuela hacia la misericordiosa oferta de misericordia en JESÚS.

Y en el mismo momento me veo obligado a decir Amén, a cada tilde de la justa ley de DIOS, ¡Oh! Cuán precioso es, querido JESÚS, verte como el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree. Tú eres el altar al que mi alma huiría, porque tú eres mi gran liberación, cuando tanto la ley como la justicia me desafíen ante DIOS. ¡Sé tú mi DIOS, mi guía, mi paz, mi gozo y mi consuelo para siempre!

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