El día diez del mes, los judíos estaban acostumbrados a recoger los corderos y otras cosas en preparación para la gran fiesta que seguía. En este día, de la misma manera, generalmente tenían una pequeña fiesta o obsequio para sus amigos, momento en el cual Jesús, que venía a Betania, se unía a sus amigos en su entretenimiento. Probablemente fue en la casa de Lázaro, Marta y María. Marta sirvió ella misma en la mesa, pensando que se sentía feliz al atender a Jesús, a quien consideraba su Señor y Dios.

Lázaro era uno de los que estaban a la mesa, para mostrarse vivo, hablando y comiendo con ellos, y confundiendo así la inexcusable incredulidad de los judíos. Y María también mostró su amoroso apego a Jesús, ungiéndole los pies con su precioso ungüento. (Teofilacto, San Agustín y San Juan Crisóstomo)

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