Mientras que los judíos no procedieron más allá de admirar la sabiduría de nuestro Salvador, cuando fácilmente pudieron haber visto que lo que él enseñó lo sabía por el poder de Dios, Cristo mismo les revela la fuente de su sabiduría, diciendo: Mi doctrina no es mía, pero suya que me envió. (San Juan Crisóstomo, hom. Xlviii. En Juana.) --- Santo Tomás de Aquino, el gran médico de las escuelas, y llamado médico angélico, nos informa que en todas las dificultades bíblicas que encontró, uniformemente había recurrió a la oración, y que adquirió mayor luz y conocimiento al pie de su crucifijo que de cualquier libro o maestro. (Haydock)

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