Es digno de mención, que ninguno de los discípulos o amigos de Cristo, estaba tan asombrado y asombrado por las muchas apariciones de ángeles, etc. como para ser arrojado al suelo, como lo fueron los guardias y sus enemigos, pero sólo con respeto y temor reverencial miró hacia el suelo. Ni siquiera ninguno de ellos se postró para adorar a nuestro Salvador, cuando se les apareció; porque ya no se buscaba a Cristo en la tierra, entre los muertos, sino que había resucitado y se lo buscaba desde el cielo.

De ahí se deriva la costumbre católica de rezar en tiempo pascual, y todos los domingos, etc. no de rodillas, sino con el cuerpo respetuosamente inclinado y con el rostro inclinado hacia el suelo. (Ven. Bede)

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