Después de que Cristo apaciguó la tormenta en el mar, los discípulos, todos asombrados por el milagro, comenzaron a susurrar unos a otros, diciendo: ¿Quién es este? no es que los discípulos ignoraran de quién estaban hablando, sino que se maravillaban de sus maravillas y de la gloria de su poder divino. (San Ambrosio)

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