Este evento muestra lo que antes se afirmó, que muchos demonios se apoderaron del hombre. La obstinación de los saduceos, que negaban la existencia de espíritus malignos, fue igualmente refutada; así como las cavilaciones de algunos modernos, que pretenden que estos efectos que aparecieron en los demoníacos, no fueron producidos por el poder del diablo, sino que fueron las consecuencias de alguna violenta enfermedad natural. (Jansenius, conc. Evang.)

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