En el día del juicio, las lumbreras del cielo se oscurecerán, no por la privación de su luz, sino por la proximidad de la verdadera luz del mundo, es decir, el gran Juez. ¿Y qué motivo de asombro puede haber, que el hombre se aterrorice ante los pensamientos del último día, cuando los poderes angélicos temblarán; o, ¿cómo soportarán el impacto estas moradas mortales nuestras, cuando las mismas columnas del cielo sean movidas? ¿Qué sufrirá el mimbre tierno, cuando los altos cedros del Paraíso inclinen la cabeza? (Ven. Bede)

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