El discípulo no está arriba, etc. Por tanto, si somos discípulos de Cristo, debemos abrazar con alegría, lenguaje oprobioso y perverso, recibir de buena gana y soportar con paciencia todas aquellas cosas que nuestro noble Señor y Maestro sufrió por nosotros. Pero si no soportamos estas cosas con paciencia, ¿cómo nos atreveremos a llamarnos sus seguidores, sus discípulos, sus sirvientes, sus hijos o sus domésticos? (San Agustín)

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