Los fariseos observaban un modo de vida rígido y sencillo, desdeñando todos los manjares lujosos. Siguieron escrupulosamente los dictados de la razón y rindieron la mayor veneración y obediencia implícita a las opiniones y tradiciones de sus mayores. Todas las contingencias las atribuyen al destino, pero no excluyen el libre albedrío. La inmortalidad del alma y un estado futuro de recompensas y castigos eran principios favoritos de ellos, y su fama de sabiduría, templanza e integridad era proverbial. (Josefo, Antiq. Libro xviii, cap. Ii.)

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