El Señor lo necesita. No nuestro Señor, ni su Señor, sino el Señor, a saber. de todos, tanto de las bestias como de sus amos, y de toda criatura. Cristo descubre aquí dos de sus propios atributos, su omnisciencia y su dominio supremo. Ahora bien, esto no se hizo por accidente, no por novedad o para evitar la fatiga, sino como declara el evangelista, para cumplir la profecía de Isaías y de Zarcarías.

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