No es el Dios de los muertos. Jesucristo prueba aquí la resurrección del cuerpo por la inmortalidad del alma; porque, en efecto, estos dos principios son inseparables. El alma, siendo inmortal, debe necesariamente estar un día reunida con el cuerpo, para recibir en él la recompensa o el castigo que ha merecido en este mismo cuerpo, cuando fue revestido de él. --- Con este texto San Jerónimo refuta al hereje Vigilantius, y en él muchos de los tiempos modernos, quienes para disminuir el honor que los católicos rinden a los santos, los llaman deliberadamente muertos.

Pero el Todopoderoso no es Dios de muertos; En consecuencia, estos patriarcas, muertos como están a nuestros ojos en cuanto a sus cuerpos, todavía están vivos a los ojos de Dios en cuanto a sus almas, que él ha creado inmortales, y que sin duda tendrá el poder de reunir a sus cuerpos. --- Los saduceos eran una secta profana, que negaba la resurrección del cuerpo, y la existencia de ángeles y espíritus, y cualquier estado futuro en otro mundo: (ver Hechos xxiii.

8.) ni recibieron ningún libro excepto los cinco libros de Moisés. Cristo, por tanto, de un pasaje Éxodo iii. 15, les mostró que Abraham, Isaac y Jacob, todavía tenían un ser; porque Dios, 200 años después de la muerte del último, dijo así a Moisés: Yo soy el Dios de Abraham, etc. No dijo (como se da cuenta San Juan Crisóstomo) yo era el Dios de Abraham, etc. Por tanto, estas almas tenían un ser, porque el Señor no quiso llamarse Dios de los que no lo eran: nadie se llama señor o rey de los que ya no existen. (Witham)

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