Cuidado. San Agustín pregunta, ¿cómo podemos estar siempre mirando, siendo necesario que cada uno se dé el tiempo suficiente para dormir y descansar de sus muchas labores? Él responde a la pregunta con estas palabras: Siempre podemos seguir velando en nuestros corazones por la fe, la esperanza, la caridad y todas las demás buenas obras. Pero cuando despertemos, como las cinco vírgenes prudentes, debemos levantarnos y arreglar nuestras lámparas, suministrándoles aceite de buenas obras.

Entonces no se apagarán, ni nos faltará el aceite reconfortante de la buena conciencia. Entonces vendrá el novio y nos presentará su casa, donde nunca necesitaremos dormir ni descansar; ni nuestras lámparas estarán nunca en peligro de apagarse. Mientras estamos en esta vida, trabajamos; y nuestras lámparas, impulsadas por los vientos de innumerables tentaciones, están siempre en peligro de apagarse; pero pronto su llama se volverá más brillante, y las tentaciones que hemos sufrido aquí no disminuirán, sino que aumentarán su brillo. (San Agustín, serm. Xxiv.)

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