Pero, ¿quién soy yo, y qué es mi pueblo, para que podamos ofrecer de buena gana después de este tipo? La misma disposición a servir al Señor con los dones de nuestras manos es una bendición de Su gracia. Porque todo proviene de ti, y de lo tuyo te hemos dado. Somos simplemente mayordomos de Dios, a cargo de los bienes que Él nos confía durante los breves años de nuestra existencia terrenal. En realidad, todos los bienes de los que nos proclamamos orgullosos propietarios son solo de Dios, y Él nos hará responsables de su administración.

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