Pero Sedequib, hijo de Quenaana, que había oído esta explicación, se acercó y golpeó a Micaías en la mejilla, y dijo: ¿Por dónde se fue el Espíritu del Señor de mí para hablarte? Desafió a Micaías por pruebas, estando seguro de que no inventó el dicho que había hablado con tanta confianza ante el rey, pero pasando por alto, al mismo tiempo, que la aplicación de la fuerza bruta no era una forma de establecer su afirmación.

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