Entonces Samuel tomó un frasco, un frasco o cántaro pequeño de aceite y lo derramó sobre su cabeza, como señal de consagración al Señor; porque así todo rey fue puesto al servicio de Dios y bajo Su protección, y lo besó y dijo: ¿No es porque el Señor te ha ungido para que seas el capitán de Su herencia? La pregunta es realmente una expresión de la más vívida seguridad, ya que Samuel era solo el instrumento en la mano de Dios, siendo la consagración misma el acto de Dios. Saúl era ahora, ante Dios, el rey sobre Su herencia, sobre el pueblo que era Su propiedad. Como confirmación adicional de este hecho, Saulo recibió ahora tres señales.

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