Y el Señor, que al principio se había manifestado simplemente por Su voz, vino y se paró en una visión que debió haber sido claramente visible para Samuel al despertar, y llamó como en otras ocasiones, ¡Samuel! ¡Samuel! Entonces Samuel respondió: Habla, que tu siervo oye. Samuel no es solo un ejemplo de obediencia, sino también de disposición a escuchar la voz del Señor. Como él, todos los creyentes deben abrir sus oídos y corazones a Dios y prestar atención a la voz que nos llega en la Palabra.

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