Entonces el sacerdote Joiada sacó a los capitanes de los centenares que estaban puestos sobre las huestes, los encargados de la guardia y los levitas en esta ocasión, y les dijo: Sáquenla de los campos, de los terrenos del templo, de tal manera que fue conducida entre filas de soldados y no tuvo oportunidad de comunicarse con ningún seguidor; y el que la siga, muera a espada. Porque el sacerdote dijo: No la mates en la casa del Señor, donde su sangre profanaría el Santuario.

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