Y Naamán dijo, en un tono humilde, que contrastaba extrañamente con su anterior comportamiento autoritario: ¿No se le dará entonces, te ruego, a tu siervo la carga de tierra de dos mulas? Porque de ahora en adelante tu siervo no ofrecerá holocausto ni sacrificio a dioses ajenos, sino al Señor. No atribuyó poderes mágicos al suelo de Israel, sino que quería que su acto de construir un altar en esta tierra fuera una confesión de su fe en Jehová.

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