Y David le dijo: Tu sangre sea sobre tu cabeza, este castigo de sangre estaba de acuerdo con el crimen que había confesado; porque tu boca ha testificado contra ti, diciendo: Yo maté al ungido de Jehová. David se vengó así de un crimen político notorio e impactante. Si una persona se acusa a sí misma de alguna transgresión y se enorgullece de un crimen que no cometió, muestra una disposición que es culpable ante Dios, y no debe sorprenderse si es juzgado de acuerdo con sus propias palabras.

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