Amado, no sigas lo malo, sino lo bueno. El que hace el bien es de Dios; pero el que hace el mal, no ha visto a Dios.

Diótrefes parece haber ocupado algún cargo en la iglesia; pudo haber sido un anciano en la congregación a la que pertenecía Gayo. Su comportamiento muestra hasta dónde llegará una persona que busque el engrandecimiento personal en la obra de la iglesia: escribí algo a la iglesia; pero Diótrefes, que busca obtener el liderazgo entre ellos, no nos recibe. John les había dado a los misioneros itinerantes breves cartas de presentación, dirigidas a todas las congregaciones, tal como ahora se entregan con frecuencia cartas de ese tipo.

Pero este Diótrefes ignoró absolutamente la autoridad del apóstol, se negó a recibir a sus delegados. Y todo esto se debía a que Diótrefes tenía la intención de convertirse en líder, probablemente en toda esa provincia. Fue un caso de ambición equivocada que no rehuyó ningún grado de insolencia.

Pero Juan estuvo a la altura de la ocasión: por eso, si vengo, le recordaré las obras que hace, parloteando contra nosotros con malas palabras; y, no contento con eso, ni él mismo recibe a los hermanos, ya los que están dispuestos a hacerlo, los estorba y los echa fuera de la iglesia. Esta era la forma de cálculo que John tenía en mente para este advenedizo. Visitaba la congregación en persona y recitaba las diversas pruebas de insolencia y falsa ambición en una reunión de la iglesia: el mal que habla contra la persona y el oficio de Juan, la negativa a recibir a los misioneros como hermanos cristianos, el intento de obstaculizar a los verdaderos cristianos en el desempeño de sus deberes, y la falsa excomunión que practicó Diótrefes en la facilidad de aquellos que se negaron a cumplir con su interferencia injustificada.

La ferviente amonestación del apóstol a Gayo en vista de tales condiciones es: Amados, no imiten lo malo, sino lo bueno; el que hace el bien es de Dios; el que hace el mal no ha visto a Dios. Gayo debe tener ante él como modelo y ejemplo solo las cosas que tienen la aprobación del Señor, que son buenas a sus ojos, y debe evitar todo lo que es malo. Todo aquel que realmente vive una vida de santificación al hacer lo que es bueno, da evidencia de que es de Dios, que ha nacido de Dios, que es un hijo de Dios.

De los que hacen el mal, es siempre cierto que están tan lejos de ser hijos de Dios que ni siquiera lo han visto, que no tienen la menor idea de que conocen al Señor. Pero observe la mansedumbre del apóstol, incluso en este caso, ya que no dice que los malhechores sean hijos del diablo.

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