Consideré los cuernos, observándolos muy de cerca, y he aquí, surgió entre ellos otro cuerno pequeño, brotando como el undécimo y, al principio, de tamaño insignificante, ante el cual había tres de los primeros cuernos arrancados por el raíces, para dar cabida al recién llegado; y he aquí, en este cuerno había ojos como ojos de hombre, símbolos de entendimiento, aunque no poseían las características de la divinidad, y una boca que hablaba grandes cosas, llena de jactancia orgullosa y blasfema.

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