Un bastardo, uno nacido como resultado de adulterio o incesto, sobre quien descansa esta mancha maligna de su concepción y nacimiento, no entrará en la congregación del Señor; ni siquiera hasta la décima generación entrará en la congregación del Señor. Esta regla lo cortó a él y a toda su descendencia para siempre, ya que la mancha que lo cubría se transmitiría a toda la congregación, a quien el Señor, sobre todo, deseaba que fuera santa.

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